El pulso político de la juventud Argentina, entre la rabia y la esperanza

Un estudio de la Friedrich-Ebert-Stiftung, presentado el 4 de noviembre reciente, revela el complejo entramado de emociones y posturas que definen a las juventudes argentinas. Mientras la crisis económica y la desconfianza en las instituciones alimentan el descontento, la educación pública y la democracia emergen como faros de esperanza. Un análisis profundo de sus valores, demandas y formas de participación política en un contexto de polarización creciente.

Estudios e infomes09/11/2025MásDeAgenciaMásDeAgencia
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Este trabajo, basado en una encuesta a 2.007 jóvenes de entre 15 y 35 años, ofrece una radiografía detallada de las actitudes políticas, valores y formas de participación de una generación que, lejos de ser homogénea, expresa la diversidad y las contradicciones de la Argentina actual.

En un país que conmemora cuatro décadas ininterrumpidas de democracia, las juventudes argentinas transitan un momento paradójico: mientras la mitad sueña con emigrar empujada por la crisis económica, casi ocho de cada diez miran el futuro con esperanza. Esta tensión entre el enojo por las condiciones materiales actuales y la convicción de que "el mañana será mejor" define el pulso generacional de una Argentina que, el 10 de diciembre de 2023, vio coincidir la celebración democrática con la asunción de Javier Milei, el mandatario más a la derecha desde 1983.

Un estudio regional realizado por la Friedrich-Ebert-Stiftung (FES) entre diciembre de 2023 y febrero de 2024, que encuestó a 2.007 jóvenes argentinos de entre 15 y 35 años, revela un paisaje complejo y multidimensional donde la valoración de la democracia convive con el desencanto institucional, donde la educación pública es celebrada mientras los sindicatos son desconfiados, y donde las redes sociales informan masivamente pero pocos se animan a opinar en ellas.

Este informe profundiza en los hallazgos de esa investigación para comprender cómo piensa, siente y actúa una generación que nació en democracia pero que enfrenta niveles de incertidumbre económica comparables con los peores momentos de la historia reciente argentina.

Másde Podcast, demenuzando el asunto

Nota: A traves de un formato podcast usando herramientas IA se realizó esta pieza bajo supervision periodística humana

I. EL PERFIL DE UNA GENERACIÓN DIVERSA Y DESIGUAL
La geografía de las juventudes
Argentina es uno de los países más urbanizados de América Latina, con un 92% de su población viviendo en ciudades. Las juventudes reflejan esta realidad: el 63% de los encuestados residía en espacios urbanos, 10% en zonas suburbanas y 27% en territorios rurales o alejados de centros poblados. Esta concentración urbana marca profundamente las formas de socialización, acceso a servicios y participación política.

La distribución geográfica muestra preponderancia en las provincias más pobladas, con Buenos Aires y la Ciudad Autónoma representando el 42,1% de la muestra. Le siguen Córdoba, La Pampa y Santa Fe (17,7%), y las regiones del noroeste (13,1%) y noreste (8,5%). Esta geografía no es neutra: determina oportunidades educativas, laborales y de participación que varían significativamente entre el interior profundo y los grandes centros urbanos.

Género, identidad y orientación sexual
La muestra fue paritaria en términos de sexo asignado al nacer, pero el dato significativo emerge al preguntar por identidad de género: el 1% se reconoció como no binario, reflejo de los avances legislativos alcanzados en Argentina con la Ley de Identidad de Género de 2012 y su ampliación mediante el Decreto 476/2021, que reconoce la posibilidad de consignar "X" en el documento nacional de identidad.

En cuanto a orientación sexual, el 78% se identificó como heterosexual, 8% bisexual, 3% con otras sexualidades, 2% gay, mientras que un 9% prefirió no responder. Estos números, más allá de su valor estadístico, hablan de una generación que creció en un contexto de ampliación de derechos: matrimonio igualitario (2010), identidad de género (2012) y educación sexual integral (2006) son parte del paisaje legal normalizado para quienes nacieron en democracia.

Clase social y estratificación
Según el modelo de clasificación Esomar utilizado en el estudio, el 56% de los jóvenes encuestados se percibe como parte de la clase media, 32% de la clase media-baja y baja, y 12% de la clase alta y muy alta. Esta autopercepción, sin embargo, contrasta con datos objetivos: más de la mitad (52%) vive en hogares con ingresos mensuales inferiores a $327.000 pesos (320 dólares en diciembre de 2023), cifra que los ubicaba por debajo de la línea de pobreza según el INDEC.

Esta discrepancia entre percepción subjetiva y realidad objetiva es sintomática de una clase media argentina históricamente extendida que resiste simbólicamente su descenso social, aferrándose a identificaciones que la realidad material desmiente cada vez más contundentemente.

Vínculos afectivos y religiosidad
Casi siete de cada diez jóvenes declararon estar solteros, proporción que varía significativamente por edad: 90% entre los de 15-17 años, 79% entre 18-26 años y 55% entre 27-35 años. Estas cifras reflejan la postergación de la formación de pareja y familia, fenómeno que el estudio vincula directamente con las dificultades para alcanzar autonomía económica.

En materia religiosa, el catolicismo sigue siendo mayoritario (30%), seguido por cristianos (23%) y evangélicos (6%). Significativamente, el 18% se declaró ateo o agnóstico y 14% prefirió no responder. El dato relevante emerge en el análisis por clase social: el ateísmo es más alto en clases medias (21%) que en bajas (12%), mientras que el evangelismo crece inversamente: 10% en clases bajas versus porcentajes menores en sectores altos.

II. EDUCACIÓN Y TRABAJO: LAS ANCLAS DE LA INTEGRACIÓN SOCIAL
El valor persistente de la educación pública
En un hallazgo que desafía narrativas de crisis educativa permanente, el 72% de los jóvenes encuestados expresó estar muy satisfecho o bastante satisfecho con la calidad de la educación recibida. Este dato, transversal a todas las clases sociales (74% en clases altas y medias, 70% en bajas), adquiere profundo significado en el contexto argentino actual.

"Estos niveles de satisfacción permiten hacer una lectura en clave generacional", señalan los autores del estudio. "Más allá de las desigualdades de acceso y las trayectorias intermitentes, emerge una lectura que puede ser analizada a partir de las experiencias vitales en el tránsito por la educación junto a sus pares, sus emociones y sus grupalidades."

La valoración de la escuela trasciende el aprendizaje formal: se convierte en espacio de socialización insustituible, especialmente para una generación que vivió la pandemia de COVID-19 y experimentó en carne propia el cierre prolongado de las instituciones educativas. La escuela, en este sentido, representa continuidad y pertenencia en medio de múltiples fragmentaciones sociales.

El dato se refuerza al observar que el 65% transitó la educación primaria en instituciones públicas, 64% la secundaria y 65% la universidad. Este predominio del sistema público se intensifica al descender en la escala socioeconómica: en nivel secundario, el 41% de las clases altas asistió a escuelas públicas, porcentaje que sube a 60% en clases medias y 81% en bajas.

Universidad pública: bastión simbólico y material
La universidad pública emerge como la institución de mayor confianza entre los jóvenes (45%), dato que contrasta dramáticamente con la desconfianza en otras instituciones democráticas. Este dato, relevado entre diciembre 2023 y febrero 2024, anticipaba lo que ocurriría meses después: las históricas movilizaciones del 23 de abril y 2 de octubre de 2024 en defensa del financiamiento universitario, que se convirtieron en el primer escollo masivo del gobierno de Milei.

"Las marchas en defensa de las universidades públicas se convirtieron en el primer escollo masivo del gobierno de Milei que generó una agenda transversal en torno a la defensa de la universidad pública", señala el informe, destacando que estas manifestaciones "marcaron un hito en cuanto a la defensa de la educación pública como un derecho que una amplia mayoría de la sociedad argentina no está dispuesta a ceder."

La valoración del sistema universitario público no es abstracta: responde a experiencias concretas de movilidad social. El 85% de los jóvenes encuestados había completado al menos la educación secundaria obligatoria, y del grupo de 27-35 años, el 20% había finalizado una carrera universitaria y 3% un posgrado.

Sin embargo, las trayectorias educativas están brutalmente marcadas por la clase social. Mientras el 66% de jóvenes de clase alta accede a la universidad y el 43% se gradúa, en clases medias estos porcentajes descienden a 45% y 17%, respectivamente. En la clase baja, solo el 15% accede y apenas el 4% finaliza. La brecha de acceso entre clases altas y bajas alcanza los 51 puntos porcentuales, desnudando que, aun en un país con larga tradición de educación pública gratuita, la democratización del acceso superior enfrenta límites estructurales.

El drama del trabajo juvenil: precariedad y desprotección
Si la educación ofrece satisfacción y esperanza, el mundo laboral presenta el rostro más crudo de la crisis. El 36% de los jóvenes encuestados no tenía trabajo pero estaba buscando, proporción que ascendía dramáticamente al 48% entre los de 18-26 años y al 45% en la clase baja.

Los números describen una geografía de la desigualdad: mientras el 23% de jóvenes de clase alta buscaba empleo sin encontrarlo, este porcentaje subía a 33% en clase media y 45% en clase baja. La brecha de oportunidades alcanza 22 puntos porcentuales entre extremos.

Para quienes tenían empleo, la precariedad era la norma: solo el 31% tenía trabajo estable, concepto que los jóvenes asocian más con duración que con formalización legal. El 18% tenía empleos temporales y significativas proporciones se repartían entre trabajos de medio tiempo, cuenta propia o emprendimientos.

Las diferencias de género agravan el panorama: el 35% de los varones tenía trabajo estable frente al 27% de las mujeres. Inversamente, el 39% de las mujeres buscaba empleo sin conseguirlo versus el 32% de los varones. La brecha se amplía al analizar empleos de tiempo completo con beneficios: los varones superaban a las mujeres por 7 puntos porcentuales.

Esta desigualdad laboral de género se vincula directamente con el uso del tiempo: las mujeres jóvenes dedicaban un promedio de 7,19 horas semanales a tareas del hogar y 7,69 a tareas de cuidado, mientras que los varones dedicaban 4,61 y 4,5 horas, respectivamente. La reproducción de roles tradicionales de género persiste incluso en las generaciones más jóvenes.

Desprotección en salud: el reverso de la precarización
La precariedad laboral tiene consecuencias directas en términos de protección social. El 40% de los jóvenes en edad de trabajar formalmente (18 años en adelante) no contaba con ninguna cobertura de salud, pública o privada. Esta desprotección se intensifica dramáticamente por clase social: 60% de jóvenes de clase baja no tenían seguro de salud, versus 30% en clase media y apenas 10% en clase alta.

Como señala el informe: "Mientras 6 de cada 10 jóvenes de clases bajas no contaban con seguros de salud, en la clase media eran 3 de cada 10 y 1 de cada 10 en la alta." Esta estratificación del acceso a la salud reproduce y profundiza desigualdades estructurales que condicionan las trayectorias vitales.

Sindicatos: la representación cuestionada
La relación de los jóvenes con el sindicalismo revela uno de los datos más preocupantes para la arquitectura institucional del trabajo en Argentina. Solo el 16% considera que los sindicatos son organizaciones necesarias para defender derechos laborales, mientras que casi el 30% afirma que "actúan por su propia causa y no defienden los derechos laborales."

Esta percepción negativa se intensifica entre los sectores más conservadores: alcanza el 40% entre jóvenes de centro-derecha y 38% entre los de extrema derecha, pero desciende a 26% en el centro y 13% en la centro-izquierda. Por género, los varones superan en 10 puntos porcentuales a las mujeres en la idea de que los sindicatos no defienden derechos laborales (34% vs 24%), dato paradójico considerando que las dirigencias sindicales han sido y son predominantemente masculinas.

Solo el 8% manifestó interés en afiliarse a un sindicato para que represente sus intereses laborales. Al preguntarles sobre los desafíos que deben asumir los sindicatos para atraer participación juvenil, el 21% señaló que "tienen pocos espacios para que participen los jóvenes", el 18% que "no están al día con las nuevas condiciones de trabajo" y otro 18% destacó el "desconocimiento para unirse a este tipo de organizaciones."

Significativamente, casi el 25% prefirió no elegir ninguna opción, dato que los investigadores interpretan como evidencia de "la distancia que tienen los jóvenes trabajadores con las organizaciones sindicales." Esta distancia se produce en un contexto donde, desde sectores del actual gobierno, se adelanta una "cruzada" contra los sindicatos, celebrando la figura del "emprendedor" y considerándolos parte de "la casta."

III. EL DESEO DE PARTIR: EMIGRACIÓN COMO HORIZONTE
La mitad quiere irse
Quizás ningún dato capture tan dramáticamente el sentimiento de las juventudes argentinas como este: el 52% manifestó deseo de emigrar del país. Este porcentaje varía levemente por edad —42% entre 15-17 años, 55% entre 18-26 y 50% entre 27-35— pero se mantiene consistentemente alto en todas las clases sociales.

Las razones declaradas son contundentes: el 77% mencionó la crisis económica como principal motivo, el 36% para conseguir trabajo y el 17% por violencia. Sin embargo, no todos los motivos son negativos: el 49% también mencionó "vivir una experiencia diferente" y el 15% razones de estudio, indicando que la emigración no se explica únicamente por expulsión sino también por búsqueda de oportunidades.

Las diferencias de género son reveladoras: mientras el 81% de los varones que quieren emigrar menciona la crisis económica, entre las mujeres el porcentaje baja a 74%. Respecto a la violencia, el 31% de los varones la menciona versus solo el 12% de las mujeres, dato que podría vincularse a violencia urbana e inseguridad más que a violencia de género específicamente.

Por clase social, la crisis económica como motivo para emigrar alcanza el 79% en clase baja y el 72% en clase alta, mostrando que la percepción de crisis atraviesa toda la estructura social. Sin embargo, la falta de empleo se intensifica en clases bajas (47%) frente a altas (23%).

Posición ideológica y deseo migratorio
Un dato significativo emerge al cruzar el deseo de emigrar con la posición ideológica: asciende al 56% entre jóvenes de centro-derecha pero desciende a 44% entre los de centro-izquierda. Esta diferencia podría vincularse con expectativas diferentes sobre la resolución de la crisis: mientras sectores de centro-derecha depositan esperanzas en transformaciones radicales del modelo económico (que podrían tardar o no producirse), sectores de centro-izquierda mantienen mayor confianza en mecanismos redistributivos y roles estatales que consideran eventualmente recuperables.

La fotografía de los ingresos refuerza la gravedad de la situación: el 52% de los jóvenes vivía en hogares con ingresos mensuales inferiores a $327.000 pesos (320 dólares), mientras que el valor de la canasta básica total promedio del segundo semestre de 2023 fue de $347.082 según el INDEC. En otras palabras, más de la mitad de los jóvenes encuestados vivía por debajo de la línea de pobreza.

IV. ENTRE INSATISFACCIONES Y ESPERANZAS: LA PARADOJA GENERACIONAL
La insatisfacción económica es generalizada
Solo dos de cada diez jóvenes estaban satisfechos con su situación económica personal, y apenas el 9% valoraba positivamente la situación general del país. Estas percepciones varían por clase social: mientras el 36% de jóvenes de clase alta se sentían satisfechos con su situación económica, este porcentaje desciende a 22% en clase media y 12% en clase baja.

Sin embargo, la brecha se acorta al valorar la situación general del país: 13% de las clases altas se sienten satisfechas, apenas 5 puntos por encima del 8% de las clases medias y bajas. La crisis, en este sentido, es percibida como nacional y transversal, aunque obviamente sus efectos concretos sean diferenciados por posición socioeconómica.

Pero la vida en general satisface
Aquí aparece la primera paradoja: a pesar de la gravedad de la situación económica, cuando fueron consultados sobre "su vida en general", más de la mitad (53%) afirmó estar bastante o muy satisfecho, y solo el 17% bastante o muy insatisfecho.

Esta satisfacción general se explica por dimensiones que trascienden lo económico: casi 7 de cada 10 se sentían entre bastante y muy satisfechos con las relaciones familiares (68%), el 56% con su círculo de amigos y el 47% con sus relaciones sexo-afectivas. Los vínculos primarios, en definitiva, ofrecen sostén emocional que la economía niega materialmente.

Las diferencias por clase social son significativas en algunos aspectos: mientras el 72% de jóvenes de clase alta estaba satisfecho con su círculo de amigos, este porcentaje baja a 59% en clase media y 45% en clase baja. La pobreza, además de limitar recursos materiales, constriñe las redes de sociabilidad y los espacios de encuentro.

El futuro será mejor: esperanza generacional
Pero la paradoja mayor surge al preguntarles cómo ven su futuro: el 78% se imagina mejor o mucho mejor en los próximos cinco años, y solo el 10% peor o mucho peor. Este optimismo atraviesa todas las clases sociales, aunque es levemente superior en las altas (81%) que en las medias (78%) y bajas (74%).

"Esta lectura generacional podría vincularse, por un lado, a una percepción de los jóvenes encuestados en relación con una situación económica que ven en términos negativos y creen que no puede ser peor", analiza el informe. "Por otro, porque la idea de un futuro auspicioso permite relativizar la frustración como única clave o explicación posible sobre sus formas de vida."

Este dato diferencia a las juventudes de las generaciones adultas, que tienden a proponer la idea de que "el pasado siempre fue mejor." Los jóvenes, nacidos en democracia y sin memoria directa de períodos económicamente prósperos, construyen esperanza hacia adelante, no nostalgia hacia atrás.

La posición ideológica marca diferencias significativas: el 87% de jóvenes de centro-derecha sostiene que su futuro será mejor, frente al 68% de los de centro-izquierda. Esta brecha de 19 puntos podría vincularse directamente con el momento político: la encuesta se realizó inmediatamente después de la asunción de Milei, cuya campaña apeló fuertemente a la idea de "esperanza" y al discurso de que "ahora es nuestro tiempo", consignas que circularon masivamente entre jóvenes activistas libertarios.

V. LA DEMOCRACIA: VALORACIÓN Y DESENCANTO SIMULTÁNEOS
El apoyo básico se mantiene
Siete de cada diez jóvenes (70%) sostuvieron estar de acuerdo o muy de acuerdo con que "la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno." Este dato, tranquilizador en primera instancia, esconde matices preocupantes cuando se analizan las variables de corte.

Por edad, los más jóvenes (15-17 años) muestran mayor adhesión: 84% están de acuerdo, porcentaje que desciende a 66% entre los de 18-26 años. Esta variación puede obedecer a dos factores: por un lado, la menor distancia temporal con el retorno democrático de 1983 hace que la democracia sea percibida como "normalidad continua" más que como conquista a defender. Por otro, las insatisfacciones con las condiciones materiales de vida son mayores en el grupo que enfrenta directamente la transición a la vida adulta autónoma.

Por posición ideológica, la valoración de la democracia es transversal pero con gradientes: 77% entre centro-izquierda, porcentaje que desciende a 64% entre extrema derecha. La diferencia de 13 puntos porcentuales no es menor, pero tampoco indica un rechazo mayoritario del sistema democrático entre sectores conservadores.

El 74% cree que votar sirve para transformar y solucionar problemas del país, y la participación efectiva en las elecciones presidenciales de 2023 fue aún mayor: 83%. Este dato es crucial: incluso en un contexto de desencanto institucional, el voto mantiene legitimidad como herramienta de cambio.

La satisfacción con el funcionamiento es menor
Sin embargo, cuando se pregunta por la satisfacción con el funcionamiento de la democracia, los números cambian: solo el 33% está bastante o muy satisfecho, mientras que el 41% manifestó una satisfacción intermedia y el 26% poca o muy poca satisfacción.

Aquí la posición ideológica marca diferencias dramáticas: mientras entre la extrema izquierda solo el 17% está satisfecho con la democracia, este porcentaje sube a 25% en centro-izquierda, 29% en el centro, 39% en centro-derecha y 54% en extrema derecha. El gradiente es progresivo y significativo: a mayor identificación con la derecha, mayor satisfacción con el funcionamiento democrático en el momento de la encuesta.

Este dato debe leerse en el contexto político específico: la encuesta se realizó días después de la asunción de Milei. Para sectores de derecha y extrema derecha, el triunfo electoral representaba la concreción de expectativas de cambio, mientras que para sectores de izquierda implicaba una derrota y la perspectiva de políticas contrarias a sus valores redistributivos e igualitarios.

Gobiernos autoritarios: ¿una opción ante la crisis?
Los datos más inquietantes emergen al explorar la disposición a apoyar gobiernos autoritarios si la democracia no satisface el nivel de vida. El 54% estuvo en desacuerdo o muy en desacuerdo con esta posibilidad, pero el 29% estuvo de acuerdo o muy de acuerdo, y significativamente, el 17% prefirió no contestar o no tener posición.

Entre quienes se identifican con la centro-derecha y extrema derecha, el acuerdo con esta afirmación alcanzó el 36% y 35%, respectivamente. Por edad, los más jóvenes (15-17 años) están en mayor desacuerdo (64%), mientras que en el grupo de 18-26 el desacuerdo baja a 49%.

Respecto a la posibilidad de un gobierno militar como opción viable frente a una crisis, el 61% estuvo en desacuerdo, pero el 28% manifestó acuerdo. Por edad, el grupo de 15-17 años acordó en menor medida (23%), frente al 27% de los de 18-25 y 29% del segmento de 26-35.

"Estos datos podrían mostrar que si bien los jóvenes prefieren la democracia a cualquier otro régimen, hay indicadores de calidad de vida que atribuyen a algunos desacoples de sus instituciones para resolverlo, y en un contexto de crisis no ven con tan malos ojos la posibilidad de contar con un gobierno militar para hacerlo", analiza el informe con preocupación.

La paradoja es llamativa: los jóvenes de más edad (26-35 años), que vivieron más cerca biográficamente de la última dictadura militar (1976-1983), muestran niveles más significativos de apoyo a la idea de que un gobierno militar podría resolver una crisis, mientras que los más jóvenes son más críticos de la democracia pero más rechazantes del autoritarismo militar.

El líder fuerte: una tentación transversal
Casi el 60% acordó con la idea de que podría ser eficaz la existencia de un líder fuerte frente a las posibles respuestas que pueden dar los partidos políticos y las instituciones. Este porcentaje alcanza el 66% entre quienes se reconocen de centro-derecha.

Este dato puede leerse a la luz del sistema presidencialista argentino, que desde la transición democrática ha privilegiado liderazgos personalizados tanto en el espectro progresista (Alfonsín, Kirchner) como en el conservador (Menem, Macri). Pero también debe leerse en el contexto específico de la encuesta: el triunfo electoral y asunción de Milei, figura que construyó un fuerte liderazgo personalista y anti-establishment.

VI. INSTITUCIONES EN CRISIS: LA DESCONFIANZA SELECTIVA
Partidos políticos: el eslabón más débil
Al momento de preguntar por la confianza en un conjunto de instituciones, los partidos políticos lideraron el nivel más bajo: 54% desconfía, seguido por iglesias (53%) y sindicatos (53%). Esta tríada de mayor desconfianza es reveladora: las instituciones tradicionales de mediación social —partido, iglesia, sindicato— son percibidas como las menos confiables.

La desconfianza en partidos es transversal pero se intensifica en sectores de derecha, que también desconfían de movimientos sociales y organizaciones de base. Para sectores de centro-izquierda, las instituciones con menor confianza son la iglesia, la policía, la presidencia, influencers y fuerzas armadas. Los jóvenes de extrema izquierda desconfían especialmente del poder judicial, la iglesia, influencers y fuerzas armadas.

El 43% acordó con la idea de que "la democracia puede funcionar sin partidos políticos", mientras que el 39% estuvo en desacuerdo. Este equilibrio casi perfecto revela una profunda ambivalencia: los partidos son reconocidos como actores electorales, pero no necesariamente como mediadores indispensables de la vida democrática.

Como señala una analista política consultada: "Los jóvenes reconocen el valor del voto pero no el de los partidos. Esto genera una disonancia peligrosa: ¿cómo se organiza la competencia electoral sin partidos? ¿Quién fiscaliza, propone, controla? La desintermediación que celebran puede abrir paso a formas plebiscitarias o personalistas de democracia."

Poder Judicial: justicia que no llega
El 58% dijo que el poder judicial "nunca o casi nunca brinda justicia a las personas que lo necesitan." Esta valoración es equilibrada en todas las posiciones ideológicas y niveles socioeconómicos, sugiriendo que la percepción de ineficacia judicial trasciende clivajes políticos y sociales.

Este dato es particularmente grave porque la confianza en el sistema judicial es condición necesaria para la legitimidad del orden democrático. Cuando más de la mitad de los jóvenes considera que la justicia no funciona, se erosiona uno de los pilares del Estado de derecho.

Universidad: el bastión de confianza
En contraste dramático con la desconfianza generalizada, las universidades emergieron como la institución de mayor confianza: 45%. Ninguna otra opción superó el 25%, mostrando una gran dispersión.

Por posición ideológica, después de las universidades, los jóvenes de extrema derecha y centro-derecha mencionaron a la presidencia y su gabinete (dato coherente con el momento post-electoral), seguido de fuerzas armadas e iglesia. Para sectores de izquierda y extrema izquierda, las instituciones que siguen a las universidades en confianza son las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos sociales.

"La universidad pública como bastión de confianza no es casualidad", explica un sociólogo especializado en juventudes. "Es la institución que concretamente ha permitido movilidad social en Argentina durante décadas. Los jóvenes confían en ella porque la han experimentado como espacio de oportunidades reales, no retóricas."

VII. AGENDAS POLÍTICAS: ¿QUÉ IMPORTA A LAS JUVENTUDES?
Los problemas prioritarios
Los principales problemas identificados por los jóvenes son: pobreza, desempleo y falta de acceso a derechos como salud y educación (64%), inseguridad (54%), consumo de drogas (36%) y corrupción (35%). Con porcentajes menores mencionaron crimen organizado y narcotráfico (18%), migración hacia otros países (15%), justicia (12%) y violencia de género (11%).

Significativamente, asuntos como cambio climático, falta de democracia, cambio tecnológico y violencia policial quedaron por debajo del 5%, sugiriendo que las preocupaciones materiales inmediatas desplazan agendas más abstractas o de mediano plazo.

Las diferencias de género son reveladoras: a los varones les preocupa más la corrupción (+11 pp), mientras que a las mujeres la violencia de género (+9 pp) y el desempleo/acceso a salud y educación (+8 pp). Por edad, a los más jóvenes (15-17) les importa más el consumo de drogas (47%) y la inseguridad, con diferencias de casi 10 puntos respecto a franjas mayores.

Las políticas públicas necesarias
El 62% mencionó que deben implementarse políticas de empleo, producción y economía, dato que subrayan los autores como evidencia de "la importancia que encuentran en los enfoques integracionistas tradicionales de políticas de juventud relacionadas con el empleo."

Le siguen políticas sociales (45%), de seguridad (33%) y de vivienda (31%). Este último dato es crucial: señala el reconocimiento de que la autonomización respecto a familias de origen requiere condiciones materiales —especialmente vivienda— que actualmente son inaccesibles para la mayoría.

"Las y los jóvenes dejan ver los problemas concretos que identifican al momento de construir un proceso de autonomización con respecto a las familias de origen, y que en el andamiaje de las denominadas políticas de juventud no se tienen en cuenta las condiciones materiales de vida", advierte el informe.

No hay diferencias sustantivas entre clases sociales al mencionar las principales agendas de políticas públicas, lo que permite identificar "un hilo generacional común" que trasciende estratificaciones socioeconómicas. Las únicas variaciones significativas aparecen en políticas de empleo y producción (más valoradas por clases bajas) y en políticas de ciencia, tecnología y sociedad, que valora el doble de jóvenes de clases altas (21%) que de clases bajas (11%).

Por género, las mujeres valoran 6 pp más que los varones las políticas para la igualdad de género y 4 pp más las políticas para vivienda digna. Los varones priorizan 7 pp más que las mujeres las políticas de ciencia y tecnología.

El rol del Estado: valoración selectiva
El 79% considera que el Estado debe garantizar el acceso gratuito a educación y salud de calidad. Este consenso abrumador convive, paradójicamente, con otras percepciones: el 53% estuvo de acuerdo con que los servicios públicos y empresas estratégicas son de mejor calidad cuando las gestiona el sector privado.

Esta aparente contradicción revela una valoración selectiva: el Estado es valorado para garantizar derechos universales básicos (educación, salud), pero no necesariamente para la gestión de servicios o empresas. Como señala un especialista en políticas públicas: "Los jóvenes no son ideológicamente anti-Estado per se, pero tampoco son estatistas irreflexivos. Distinguen áreas donde el Estado es insustituible de áreas donde consideran que podría no ser el mejor gestor."

Agendas de género y diversidad: consensos amplios
El 78% sostiene que las personas deberían tener libertad completa para decidir su orientación sexual e identidad de género. El 74% está de acuerdo con que el matrimonio entre personas del mismo sexo debe ser aceptado sin discriminación. El 71% se expresa favorablemente frente a que la educación sexual integral sea materia prioritaria en las currículas escolares. El 60% piensa que las personas transgénero deben tener derechos al acceso de cuidados de salud para afirmar su género. El 57% considera que deberían existir leyes de paridad o cuotas de género.

Estos consensos son notables en un contexto donde muchas de estas agendas están siendo impugnadas por sectores de extremas derechas. "Es interesante advertir el valor que dan las juventudes a estas agendas, vinculadas con una trama legislativa que tiene un recorrido histórico en el país", señala el informe, refiriéndose a leyes como la de educación sexual integral (2006), matrimonio igualitario (2010), identidad de género (2012) o paridad de género en ámbitos de representación política (2017).

Sin embargo, estos consensos generales conviven con posiciones más conservadoras en temas específicos. Al explorar percepciones sobre roles de género, emergen contradicciones reveladoras.

Género: consensos en derechos, tensiones en roles
Más de la mitad (54%) se opone a la idea de que las mujeres con hijos se sienten más realizadas que las que no los tienen, pero el 25% está de acuerdo con esta afirmación. Las diferencias de género son dramáticas: el 35% de los hombres acordó con esta idea, frente a solo el 15% de las mujeres. Inversamente, el 70% de las mujeres estuvo en desacuerdo versus el 38% de los hombres.

El 45% está en contra de que las mujeres tienen más capacidades para tareas de cuidado, pero el 41% sostiene que sí se desempeñan mejor en estos ámbitos. El 73% rechaza la idea de que mantener económicamente a la familia debe ser responsabilidad prioritaria de los hombres, pero aquí también las diferencias de género son significativas: el 28% de los varones está de acuerdo versus el 11% de las mujeres.

Las posiciones contra la violencia de género son contundentes: el 82% está en desacuerdo con que en algunos casos es justificable recibir actos de violencia por parte de la pareja. Sin embargo, el 11% los considera justificables, con niveles de acuerdo más altos entre varones (14%) que entre mujeres (8%).

El 85% acordó con que varones y mujeres tienen las mismas capacidades para ocupar cargos políticos y de liderazgo, aunque este porcentaje es estadísticamente más alto entre mujeres (89%) que entre hombres (82%).

Feminismo: valoración polarizada
A pesar de los amplios consensos sobre igualdad de derechos y rechazo a la violencia de género, las posiciones sobre el feminismo están polarizadas: el 43% considera que es "una ideología que busca someter a los hombres", mientras que el 42% se manifiesta en desacuerdo con esta idea. El 54% de los varones acordó con esta posición versus el 33% de las mujeres. Inversamente, el 50% de las mujeres rechaza esta caracterización frente al 33% de los varones.

"Llama la atención el hecho de que, aun cuando muchas de las agendas de género muestran posiciones comunes y mayoritarias, las posiciones sobre el valor del feminismo están polarizadas", observa el informe, señalando una disonancia entre el apoyo a derechos específicos y el rechazo al movimiento que históricamente impulsó esos derechos.

Este dato se vincula con narrativas anti-feministas que han circulado masivamente en redes sociales y espacios de influencers conservadores, que distinguen entre "igualdad de derechos" (aceptable) y "feminismo" (caracterizado como ideología extremista). Como explica una investigadora de género: "Han logrado separar simbólicamente las conquistas de derechos del movimiento que las obtuvo. Los jóvenes apoyan la igualdad pero rechazan el feminismo, sin advertir la contradicción histórica."

Interrupción voluntaria del embarazo: la agenda más divisiva
El 45% está de acuerdo con que el aborto sea legal bajo cualquier razón, mientras que el 43% está en contra. Por posición ideológica, el 67% de jóvenes de izquierda lo valoran, frente al 48% de centro y 39% de derecha. Por género, el 54% de las mujeres de derecha lo valoran, frente al 28% de los varones de derecha. Estas brechas de género desaparecen entre jóvenes de izquierda, donde ambos lo valoran en el 67%.

La Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (2020) es la menos valorada de todas las políticas consultadas, aunque el 47% la considera importante. Las diferencias de género son significativas: las mujeres la valoran 16 puntos más que los varones.

Valoración de leyes y programas: educación y protección social
Las acciones más apreciadas por los jóvenes son la Ley de Educación Sexual Integral (66%), el Plan Progresar (66%), la Asignación Universal por Hijo (63%) y el Ingreso Familiar de Emergencia (62%). La Ley de voto joven es valorada positivamente por el 58%.

"Estas valoraciones permiten ver otra de las formas en las que se manifiesta la valoración positiva del rol del Estado que, como vimos, no es uniforme y encuentra niveles más altos sobre algunas áreas o potestades puntuales", analiza el informe.

Las mujeres expresaron mayores niveles de valoración de todas estas leyes: valoran 19 puntos más la Ley de Educación Sexual Integral, 16 puntos más la interrupción voluntaria del embarazo y 6 puntos más la Asignación Universal por Hijo.

Por grupos de edad, los más jóvenes fueron quienes más valoraron el voto joven. "Investigaciones anteriores a la sanción del voto joven mostraban que muchos jóvenes sostenían posiciones adultocéntricas sobre la posibilidad de bajar la edad para ejercerlo", recuerda el informe. "Puede pensarse que es mediante el ejercicio de este derecho como se encuentran razones para adherir y justificar su importancia y valor."

VIII. PARTICIPACIÓN POLÍTICA: NUEVOS REPERTORIOS, VIEJAS DESCONFIANZAS
El interés por la política: disperso y generizado
El 30% afirma tener "algo de interés" por la política, el 17% "bastante", el 20% "poco", el 19% "ningún interés" y el 12% "mucho". La dispersión de respuestas sugiere que no hay un patrón generacional único respecto al interés político.

Las diferencias de género son significativas: entre quienes muestran mayores niveles de interés, el 62% son varones y 38% mujeres. Inversamente, entre quienes dicen no tener interés, el 56% son mujeres y el 44% varones. Esta brecha de género en el interés político declarado reproduce patrones históricos de masculinización de la esfera política formal.

El 37% conversa sobre política de manera ocasional, el 18% frecuentemente, el 27% rara vez y el 13% nunca. Entre quienes conversan, lo hacen principalmente con familiares (66%), amigos (54%), en el trabajo (20%) o con parejas (20%). Las redes sociales o la participación en instancias virtuales tiene un lugar marginal: solo el 9%.

Las razones del silencio político
El 13% que no participa en conversaciones sobre política adujeron razones reveladoras: desinterés por el tema (31%), visión de la política como asunto conflictivo (29%), falta de conocimiento suficiente (21%), aburrimiento (21%) o que les genera estrés (17%).

"La idea de la política como tema conflictivo que prefieren evitar" es particularmente significativa en un contexto de creciente polarización. Como señala un analista político: "Los jóvenes perciben el ambiente polarizado y optan por el silencio como estrategia de evitación del conflicto. Esto no es apatía, es autopreservación emocional en un clima político hostil."

Militancia partidaria: limitada pero potencial
Solo uno de cada diez encuestados (10%) desarrolló militancia partidaria, pero el 24% sostuvo que no lo hizo pero podría hacerlo más adelante. El resto (66%) afirmó que no lo hizo ni lo haría.

Esta distancia con la militancia orgánica convive con mayor disposición para actividades electorales puntuales: el 16% participó en actividades de campaña (reuniones, recoger firmas, distribuir boletas), el 24% no lo hizo pero podría hacerlo y el 60% no lo hizo ni lo haría.

Dos de cada diez (22%) participaron activamente apoyando partidos en redes sociales, otro 22% no lo hizo pero lo haría a futuro y el 57% no lo hizo ni lo haría. Un cuarto de los encuestados (25%) realizó tareas de proselitismo (conversar para persuadir de votar por un candidato), el 16% podría hacerlo a futuro y el 59% no lo hizo ni lo haría.

"Estos datos suman elementos para entender una dinámica que se ha registrado en investigaciones anteriores, relacionada con el hecho de que la militancia en las campañas electorales en la Argentina reciente ha sido el momento de ingreso de nuevas camadas de jóvenes a espacios político-partidarios en un amplio espectro político-ideológico", explica el informe.

La conclusión es clara: los jóvenes se ven más atraídos por un activismo vinculado con acompañar candidatos o partidos en tiempos electorales que con ser parte de manera sostenida de las dinámicas militantes. "Lejos de la idea de desinterés con que supo leerse la falta de vinculación juvenil con espacios político-partidarios, esto expresa un tipo de entusiasmo más puntual con las dinámicas partidarias asociado con acompañar candidatos y contextos electorales específicos."

Candidaturas: la barrera más alta
Solo el 5% mencionó haber participado como candidato o candidata, el 23% dijo que podría participar de esta manera en el futuro y el 72% que ni lo hizo ni lo haría. Esta es la actividad que menos porcentajes de respuesta presenta tanto en la participación efectiva como en la potencial, y la que más respuestas negativas suscita.

Identificación partidaria: La Libertad Avanza y los sin partido
Entre quienes se identificaron con partidos, uno de cada tres lo hace con La Libertad Avanza (34%), uno de cada diez con Unión por la Patria (11%), el 6% con Juntos por el Cambio (dividido entre PRO y UCR) y el 1% con el Frente de Izquierda y Trabajadores.

Pero tan significativo como la preeminencia de La Libertad Avanza es el segundo dato: el 28% de quienes votaron dijo no sentirse representado por ningún partido, y el 14% no contestó la pregunta.

"Estos datos deben leerse en relación con algunas de las posiciones que hemos descrito a lo largo del informe", advierten los autores. "Aunque no es posible afirmar que 'los jóvenes se volvieron de derecha', sí es indudable que la fuerza política encabezada por Javier Milei se convirtió en uno de los polos que atrajo a las generaciones jóvenes."

IX. REDES SOCIALES: INFORMARSE SÍ, OPINAR NO
El ecosistema informativo juvenil
Las redes sociales son el medio más usado para buscar información sobre temas de actualidad y política: 65%. Le sigue la televisión (44%), programas de YouTube (26%), periódicos en internet (25%) y canales de internet como podcasts, blogs y revistas (18%).

Las mujeres utilizan más que los varones las redes sociales, la televisión y los periódicos en internet, mientras que ellos son más en la utilización de programas por YouTube. Esta diferenciación de consumo por género sugiere ecosistemas informativos parcialmente segmentados.

Sin embargo, emerge una paradoja notable: mientras un gran porcentaje usa las redes para buscar información sobre actualidad y política, menos del 10% las utiliza para hacer pronunciamientos o reclamar sobre asuntos políticos.

La brecha entre consumo y producción
El 40% afirmó que no se había pronunciado públicamente por redes sobre algún tópico ni lo haría, mientras que el 19% no lo hizo pero considera posible intervenir en el futuro. Quienes sí se pronunciaron lo hicieron sobre: cuidado del medio ambiente y cambio climático (16%), feminismos y géneros (11%), derechos de las juventudes (10%), movimiento por la vida y familia (9%), sindicalismo y derechos laborales (8%) o derechos sexuales y reproductivos (7%).

Las redes más usadas son WhatsApp (83%), Instagram (68%), YouTube (68%), Facebook (63%) y TikTok (52%), pero no necesariamente para asuntos políticos. Para pronunciarse sobre temas políticos, las más usadas son WhatsApp e Instagram (7%), X/Twitter y Facebook (6%). Para buscar información política se destacan YouTube (21%), X/Twitter (14%), Facebook (13%), Instagram (12%) y TikTok (10%).

Consumidores más que productores
El 66% nunca escribió un blog y el 72% nunca organizó una campaña en redes. Respecto a la creación de memes, el 53% no lo hizo nunca, 20% rara vez y 11% ocasionalmente. Tampoco es habitual que compartan contenidos propios: el 29% no lo ha hecho nunca, 24% raramente y 22% ocasionalmente.

En cambio, interactuar con contenidos producidos por otros muestra niveles más altos de participación. El 41% había puesto "like" de manera frecuente o muy frecuente a publicaciones de otros. Respecto a comentar publicaciones con las que están de acuerdo, el 20% lo hizo de manera frecuente o muy frecuente, mientras que los comentarios para marcar desacuerdos los había hecho de manera frecuente o muy frecuente solo un 12%.

"Estos datos pueden resultar disonantes si reflexionamos sobre la virulencia que adoptan las interacciones en las redes sociales", observa el informe citando trabajos de Aruguete y Calvo. "Sin embargo, el hecho de que las personas tienden a manifestar acuerdos antes que desacuerdos forma parte de y explica las dinámicas de polarización política tan propias de las redes sociales."

Esta polarización resulta de "la intensidad de los apegos a ciertas ideas y creencias y del rechazo a las de quienes piensan diferente", generando dinámicas que profundizan distancias y hacen pensar "que no solo disentimos con otros en asuntos puntuales sino que vivimos en mundos diferentes."

Influencers y streaming: los nuevos mediadores
El informe destaca "el peso alcanzado por ciertos canales de streaming e influencers que han participado activamente de las dinámicas de polarización descritas, sobre todo entre los sectores de derecha. Algunos, incluso, monetizan su actividad y van profesionalizando la comunicación política en función de una demanda que tiene que ver con sus seguidores."

Este fenómeno representa una transformación profunda de la mediación política: los influencers y streamers reemplazan parcialmente a periodistas y analistas tradicionales como fuentes de información y marcos interpretativos, especialmente entre los más jóvenes. Como señala un especialista en comunicación política: "No es solo un cambio de soporte —de TV a YouTube— sino de lógica comunicativa. Los influencers construyen vínculos de proximidad parasocial que generan mayor identificación que el periodismo tradicional, percibido como distante o parte del establishment."

X. PARTICIPACIÓN MÁS ALLÁ DE LOS PARTIDOS: CAUSAS, PROTESTAS Y MECANISMOS INSTITUCIONALES
Organizaciones y grupos: participación minoritaria
El 62% no había participado en el último año en algún tipo de grupo u organización. El 15% lo hizo en grupos recreativos, el 8% en religiosos o confesionales, el 5% en voluntariado o actividades filantrópicas, el 5% en agrupaciones estudiantiles, el 4% en partidos políticos y el 4% en agrupaciones vecinales. El porcentaje más bajo (1%) se registra en agrupaciones sindicales, culturales o profesionales.

Las razones para participar son diversas: el 40% lo hace para acceder a conocimientos y experiencia, el 35% porque les gusta ayudar, el 28% para divertirse y conocer personas, el 24% para usar mejor su tiempo libre, el 21% por convicción política, social o religiosa, el 17% para conocer gente y el 16% por tradición familiar.

Las razones para no participar incluyen: falta de tiempo (37%), no encontrar organizaciones de su interés o que los representen (33%) y preferir hacer las cosas por sí mismos sin depender de un grupo más grande (35%). Uno de cada cuatro sostiene que no participa porque no recibe nada a cambio y dos de cada diez por considerar que su participación no significa un aporte.

Protestas y movilizaciones: distancia mayoritaria
El 85% afirma que en el último año (2023) no participó de movilizaciones, marchas o protestas, mientras que el 12% sí lo hizo. Quienes participaron son principalmente los que se ubican en posiciones de centro-izquierda a extrema izquierda, y más de la mitad son mujeres (55% frente al 45% de varones), aunque esta diferencia no es estadísticamente significativa.

Las razones para protestar tienen que ver con la necesidad de cambiar la realidad del país (43%), sensación de injusticia (43%), necesidad de contribuir a resolver problemas (33%), protestar contra los políticos (25%) o porque el motivo de la manifestación los afectaba directamente (21%). El 14% dijo hacerlo porque sus amigos también participaban y el 6% para conocer personas.

Quienes no protestaron adujeron no tener tiempo (49%), sentir que no sirve para nada (45%) o no tener interés por la política (45%), entre otras razones.

Rechazo a repertorios contenciosos
Al momento de explorar acciones que no hicieron ni harían, se observa con frecuencia muy elevada el rechazo a: ocupación de edificios, fábricas o calles (86%), participar en huelgas de hambre (83%) o intervenir el espacio público con grafitis o pintadas (78%).

"Estas valoraciones ilustran qué tipo de acciones generan rechazos más contundentes y permiten pensar que los encuestados sostienen posiciones muy contrarias a la posibilidad de ser parte de acciones colectivas contenciosas que involucran la ocupación o intervención de espacios públicos y privados", analiza el informe.

Este rechazo es significativo porque estos repertorios de protesta —cortes de calle, tomas de edificios, pintadas— han sido característicos de movimientos sociales argentinos durante las últimas décadas. Su deslegitimación entre jóvenes sugiere una transformación generacional en las formas consideradas válidas de protesta política.

Participación institucional: casi inexistente
La participación vinculada con mecanismos institucionales ha sido muy baja: el 76% no participó en ninguna estrategia de este tipo. Quienes sí lo hicieron, participaron en procesos de recolección de firmas o consultas populares (5%) y en mesas de diálogo, foros o acciones de rendición de cuentas organizados por el gobierno nacional (5%).

"Las dinámicas de participación institucional han sido significativamente bajas, en general, y en relación con las dinámicas de participación no institucional en particular", concluye el informe, sugiriendo que los mecanismos formales de participación ciudadana —presupuesto participativo, consejos consultivos, foros— no logran atraer a las juventudes.

Acciones potenciales: voluntariado y petitorios
Entre las acciones que no habían hecho pero consideran factible realizar se destacan: participar en voluntariados (35%), juntar firmas (30%), dejar de comprar ciertos productos por razones políticas o de cuidado del medio ambiente (27%) y participar en manifestaciones o protestas sociales (20%).

Estas preferencias sugieren un repertorio de acción más individual o de pequeña escala —voluntariado, consumo responsable, firmar peticiones— antes que formas colectivas de movilización masiva.

Reacciones ante violencia y discriminación
Al indagar qué harían frente a situaciones específicas como ser testigos de violencia contra una mujer en la vía pública, las respuestas fueron: llamar a la policía (73%), gritar, pedir ayuda o enfrentar a los agresores (59%) y denunciarlo en la justicia (22%).

En caso de presenciar discriminación a la entrada de una discoteca, las opciones se distribuyeron entre: hacer un escándalo en la puerta (30%), comentar y opinar en redes sociales (26%), denunciarlo en la justicia (24%) o llamar a la policía (18%).

Estas respuestas muestran que, ante situaciones concretas de injusticia, los jóvenes sí imaginan intervenir, aunque privilegiando mecanismos institucionales (policía, justicia) o acciones individuales (gritar, comentar en redes) antes que formas organizadas de respuesta colectiva.

XI. CONCLUSIONES: NAVEGAR LA INCERTIDUMBRE ENTRE ENOJO Y ESPERANZA
El movimiento pendular de una generación
Los resultados de la encuesta revelan que las juventudes argentinas transitan un momento histórico complejo, caracterizado por un movimiento pendular entre el enojo por las condiciones materiales presentes y la esperanza en un futuro mejor. Esta tensión define el pulso generacional de un país que celebra cuatro décadas de democracia ininterrumpida mientras enfrenta una de sus peores crisis económicas.

El enojo se materializa, primordialmente, en relación con la economía: crisis, desempleo, precarización laboral, falta de acceso a salud y vivienda. Estos no son abstracciones estadísticas sino experiencias vitales que condicionan trayectorias biográficas: la mitad desea emigrar, más de la mitad vive bajo la línea de pobreza, seis de cada diez jóvenes de clase baja no tienen cobertura de salud.

Pero simultáneamente, casi ocho de cada diez se imaginan mejor o mucho mejor en cinco años. Esta esperanza generacional no es ingenua ni desconectada de la realidad: se ancla en la valoración de la educación como herramienta de movilidad social, en la confianza depositada en la universidad pública, en la satisfacción con los vínculos familiares y de amistad que sostienen emocionalmente aunque la economía colapse.

Democracia valorada, instituciones cuestionadas
La relación con la democracia es igualmente paradójica: siete de cada diez la prefieren a cualquier otra forma de gobierno, pero solo tres de cada diez están satisfechos con su funcionamiento. Valoran el voto como herramienta de cambio (74%) y participan masivamente en elecciones (83%), pero desconfían profundamente de los partidos políticos (54%), sindicatos (53%) e iglesias (53%).

Esta disonancia entre valoración del sistema y desencanto con sus instituciones mediadoras genera riesgos democráticos que el informe no elude: casi tres de cada diez jóvenes acuerdan con apoyar gobiernos autoritarios si la democracia no satisface el nivel de vida, y similar proporción no ve con malos ojos un gobierno militar frente a una crisis.

"Estos datos podrían mostrar que si bien los jóvenes prefieren la democracia a cualquier otro régimen, hay indicadores de calidad de vida que atribuyen a algunos desacoples de sus instituciones para resolverlo", advierte el informe. La democracia, en definitiva, es valorada pero condicionalmente: debe "entregar" mejoras materiales para mantener legitimidad plena.

Nuevas derechas y reconfiguración política
El dato más disruptivo del estudio es la adhesión mayoritaria a La Libertad Avanza entre jóvenes que se identifican con partidos: uno de cada tres. Pero igualmente significativo es que otro tercio no se identifica con ningún partido, sugiriendo una reconfiguración del mapa político donde conviven adhesiones intensas con desidentificaciones masivas.

"Aunque no es posible afirmar que 'los jóvenes se volvieron de derecha', sí es indudable que la fuerza política encabezada por Javier Milei se convirtió en uno de los polos que atrajo a las generaciones jóvenes", concluye el informe, vinculando este fenómeno con narrativas "anti-Estado" que encontraron condiciones de masificación durante la pandemia, la crisis de las medidas "cuidado-céntricas" y el deterioro de las variables económicas.

Esta reconfiguración no implica, necesariamente, el abandono de valores democráticos, pero sí representa una transformación profunda de las sensibilidades políticas juveniles que desafía lecturas simplificadoras.

Género: consensos en derechos, persistencia de roles
Las juventudes muestran amplios consensos sobre igualdad de derechos, diversidad sexual y rechazo a la violencia de género. Pero estos consensos conviven con la reproducción de estereotipos vinculados con mujeres y tareas de cuidado, con brechas laborales de género, con valoraciones diferenciadas sobre el feminismo como movimiento.

Esta tensión sugiere que la ampliación normativa de derechos —leyes de matrimonio igualitario, identidad de género, educación sexual integral— ha permeado valores juveniles, pero persisten sedimentos culturales profundos que reproducen desigualdades en lo cotidiano: las mujeres jóvenes siguen dedicando casi el doble de tiempo que los varones a tareas de cuidado y hogar, siguen enfrentando mayores dificultades para acceder a empleos estables, siguen siendo cuestionadas en su capacidad para ocupar roles de liderazgo.

Participación: nuevos repertorios, viejas instituciones
La participación juvenil no se agota en la militancia partidaria ni en las protestas callejeras. Los jóvenes participan conversando sobre política con familiares y amigos, informándose masivamente por redes sociales, apoyando candidatos en momentos electorales específicos, realizando voluntariados, ejerciendo consumo responsable, juntando firmas.

Pero rechazan mayoritariamente repertorios contenciosos clásicos (cortes de calle, tomas de edificios, pintadas), desconfían de instituciones tradicionales de mediación (partidos, sindicatos), y no se involucran en mecanismos formales de participación institucional (presupuesto participativo, consejos consultivos).

Esta reconfiguración de los repertorios participativos no debe leerse como apatía sino como transformación: los jóvenes no son menos políticos que generaciones previas, son políticos de manera diferente, privilegiando formas más flexibles, menos orgánicas, más vinculadas con causas específicas que con identidades partidarias permanentes.

XII. RECOMENDACIONES: HACIA POLÍTICAS PÚBLICAS CON PERSPECTIVA GENERACIONAL
Los hallazgos del estudio fundamentan un conjunto de recomendaciones dirigidas a actores con capacidad de incidir en la agenda pública y promover la participación juvenil. La Friedrich-Ebert-Stiftung propone enfoques transversales y acciones específicas.

Enfoques transversales
Interseccionalidad: Las intervenciones deben reconocer las distintas situaciones y condiciones de las juventudes, considerando clases sociales, género, identidades sexuales, cuestiones étnicas y territoriales. El estudio demostró que la experiencia de ser joven en Argentina varía dramáticamente según estas intersecciones: no es lo mismo ser joven de clase alta urbana con acceso a universidad privada que ser joven de clase baja rural con trayectoria educativa intermitente.

Intergeneracionalidad: Es necesario facilitar espacios de diálogo entre personas adultas y jóvenes para tender puentes y desmitificar visiones adultocéntricas que leen a la juventud como "etapa de preparación" más que como presente con derechos propios.

Deliberación y participación: Todas las iniciativas deben poseer componentes participativos mediante mecanismos formales e informales. Desde la etapa de diseño, se debe consultar y construir conjuntamente con las juventudes, evitando la tentación de diseñar "para" ellos sin su involucramiento.

Comunicación efectiva: Las iniciativas deben acompañarse de estrategias comunicacionales utilizando diversos formatos y soportes, mediante lenguajes accesibles y atractivos que reconozcan los ecosistemas informativos juveniles, donde las redes sociales ocupan lugar central.

Intervenciones específicas

Formación política y sindical: Ampliar y fortalecer programas de capacitación para jóvenes de organizaciones políticas partidarias, sindicatos y organizaciones sociales, fomentando la incorporación de perspectiva generacional en sus espacios institucionales. Dado que el estudio reveló alta desconfianza en estas instituciones, resulta crucial trabajar desde dentro para transformarlas y hacerlas más permeables a las demandas y formas de participación juvenil.

Espacios formales de participación interorganizacional: Impulsar espacios donde jóvenes de diferentes organizaciones puedan dialogar y construir agendas comunes que trasciendan clivajes partidarios, promoviendo la incidencia en la agenda pública y gubernamental. El estudio demostró que existe un "hilo generacional común" en preocupaciones materiales que trasciende posiciones ideológicas.

Paridad de género y cuotas juveniles: Promover políticas de paridad de género y acciones afirmativas como cuotas juveniles en el interior de las organizaciones —partidos, sindicatos, organizaciones sociales— reconociendo que las estructuras actuales reproducen exclusiones generacionales y de género que el estudio documentó ampliamente.

Campañas sobre derechos laborales: Diseñar junto a jóvenes sindicalistas campañas comunicacionales sobre derechos laborales para promover la afiliación a sindicatos e identificar las fortalezas de la acción colectiva. Dada la precariedad laboral documentada (36% buscando empleo sin encontrarlo, 40% sin cobertura de salud), y la baja valoración del sindicalismo, resulta urgente reconstruir la percepción sobre la importancia de la organización colectiva de los trabajadores.

Cultura política democrática: Promover de manera federal la cultura política democrática, haciendo hincapié en la discusión crítica y no radicalizada de posiciones políticas. El estudio reveló que los jóvenes evitan conversar sobre política porque la perciben como tema conflictivo, y que en redes prefieren expresar acuerdos antes que desacuerdos. Esto sugiere la necesidad de trabajar sobre formas democráticas de gestión del disenso y la deliberación plural.

Activismo digital creativo: Impulsar el uso de tecnologías digitales como espacios creativos para el activismo virtual, reconociendo que el 65% se informa por redes sociales aunque solo el 9% las use para pronunciarse. Existen oportunidades para desarrollar formas de participación digital que superen la pasividad del consumo informativo y promuevan la producción de contenidos y la deliberación.

Gestión de conocimiento sobre juventudes: Continuar con acciones sobre gestión de conocimiento en materias relacionadas con juventudes y participación política, combinando métodos cualitativos y cuantitativos como estrategia para incidir en políticas públicas basadas en evidencia. El vacío de información empírica sólida sobre juventudes genera que las políticas se diseñen desde supuestos no verificados o desde miradas adultocéntricas.

Red federal de áreas de juventud: Convocar a responsables de áreas de juventud de nivel subnacional (provincias y municipios) para conformar una red que permita intercambiar experiencias, reconocer problemáticas de manera situada y contextual, e intentar promover una agenda nacional y federal sobre juventudes que supere la fragmentación actual.

Divulgación y debate de resultados: Implementar acciones de divulgación de los resultados de esta encuesta en distintos sectores de la vida política —sindicatos, partidos políticos, funcionarios estatales, espacios legislativos, periodistas, investigadores, gobiernos locales— con el objetivo de discutir sus resultados y proponer planes futuros de trabajo. Los datos revelan tendencias que desafían sentidos comunes y narrativas establecidas, por lo que su circulación y debate público resultan fundamentales.

XIII. REFLEXIONES FINALES: COMPRENDER PARA ACOMPAÑAR
Más allá de los estereotipos generacionales
Este estudio representa un aporte fundamental para superar lecturas simplificadoras sobre las juventudes argentinas. Lejos de constituir un grupo homogéneo que pueda caracterizarse como "apático", "progresista", "de derecha" o cualquier otra etiqueta unidimensional, las juventudes emergen como un universo diverso, atravesado por múltiples clivajes —clase social, género, territorio, posición ideológica— que generan experiencias radicalmente diferentes.

Como señala el informe en su introducción, ya en 1986 el trabajo pionero de Cecilia Braslavsky desmontaba empíricamente "el mito de la juventud homogénea o monocromática", demostrando que podía ser considerada como "multicolor". Cuatro décadas después, esta investigación confirma y profundiza esa caracterización: las juventudes argentinas contemporáneas son multicolores, contradictorias, complejas.

El contexto importa
La encuesta se realizó en un momento político específico —diciembre 2023 a febrero 2024— que coincidió con la conmemoración de los cuarenta años de democracia ininterrumpida y la asunción de Javier Milei como primer mandatario. Este contexto no es accesorio sino constitutivo de los resultados.

Las valoraciones sobre la democracia, la satisfacción con su funcionamiento, la adhesión a La Libertad Avanza, las expectativas de que "el futuro será mejor", no pueden comprenderse plenamente sin considerar que se expresan en el momento inmediatamente posterior a un triunfo electoral que representó para amplios sectores juveniles la materialización de expectativas de cambio radical.

Como advierten los autores: "El presente documento corresponde a un análisis finalizado en noviembre de 2024. Posibles hitos contextuales o procesos políticos del país ocurridos hasta la fecha de publicación (agosto de 2025) no estarán reflejados en este material." Esta salvedad es crucial: las percepciones y valoraciones juveniles son dinámicas, no esencias fijas, y evolucionan al calor de los acontecimientos políticos, económicos y sociales.

Las juventudes como termómetro social
Si algo demuestran estos datos es que las juventudes funcionan como termómetro sensible de los climas de época, de las tensiones sociales, de las transformaciones culturales. Su deseo mayoritario de emigrar no habla solo de aspiraciones individuales sino de la percepción colectiva de un país en crisis profunda. Su desconfianza en instituciones tradicionales no refleja únicamente escepticismo juvenil sino erosión de legitimidades que afecta al conjunto social. Su esperanza en el futuro no es ingenuidad sino resiliencia generacional ante la adversidad.

Las juventudes, en definitiva, no son un problema a resolver sino un prisma privilegiado para comprender las dinámicas sociales, políticas y culturales contemporáneas. Como sostiene el sociólogo Pablo Vommaro, citado en la bibliografía del estudio: "La participación juvenil es entendida a partir de una variedad de dimensiones relacionadas con la politicidad de las prácticas y se manifiestan en sus cuerpos, sus códigos y enunciaciones, sus símbolos y estéticas, en la forma en que se apropian del espacio público."

El desafío de la inclusión democrática
Los hallazgos del estudio plantean desafíos urgentes para quienes tienen responsabilidades en el diseño e implementación de políticas públicas, en la conducción de organizaciones políticas y sociales, en los medios de comunicación y en la academia.

El primero es reconocer que las condiciones materiales de vida importan, y mucho. La crisis económica no es un dato contextual neutro sino el factor determinante de las percepciones, valoraciones y proyectos de vida juveniles. Mientras más de la mitad viva bajo la línea de pobreza, mientras casi cuatro de cada diez busquen trabajo sin encontrarlo, mientras seis de cada diez jóvenes de clase baja no tengan cobertura de salud, cualquier discurso sobre participación, democracia o ciudadanía juvenil resultará vacío si no se acompaña de transformaciones estructurales que garanticen condiciones dignas de vida.

El segundo desafío es reconstruir la confianza en instituciones democráticas fundamentales. La desconfianza en partidos, sindicatos y otras instituciones de mediación no surge de la nada ni se resuelve con campañas comunicacionales. Requiere transformaciones profundas que hagan a estas organizaciones permeables a nuevas formas de participación, sensibles a nuevas agendas, representativas de diversidades generacionales, de género, territoriales.

El tercer desafío es reconocer y legitimar las formas emergentes de participación política juvenil. No todos los jóvenes participarán militando orgánicamente en partidos, no todos saldrán a las calles a protestar, no todos se afiliarán a sindicatos. Pero eso no significa que no sean políticos o que no participen. Lo hacen de otras maneras: informándose masivamente por redes, apoyando candidatos en momentos electorales específicos, realizando voluntariados, ejerciendo consumo responsable, conversando sobre política con familiares y amigos. Estas formas de participación deben ser reconocidas como válidas y políticamente relevantes.

Entre el enojo y la esperanza: una generación que no se resigna
El título del informe —"Juventudes en Argentina: entre el enojo y la esperanza"— captura con precisión la tensión constitutiva de esta generación. Enojo legítimo ante condiciones de vida precarizadas, ante instituciones que no responden, ante un país que parece negarles futuro. Pero también esperanza, esa disposición profundamente humana a imaginar que mañana será mejor que hoy, a no resignarse, a seguir apostando.

Como señala el informe en sus conclusiones: "A pesar de las dimensiones que generan un sentimiento de enojo, el estudio permitió observar un alto nivel de optimismo y esperanza en relación al futuro, especialmente a partir de la valoración que demuestran los jóvenes con respecto a la educación, como un trayecto que permitirá mejorar las condiciones de vida y lograr así tener una expectativa mejor que la presente. Esto repone la idea de esperanza y no resignación a pesar de la incertidumbre actual sobre su futuro."

Esta esperanza no resignada es, quizás, el dato más valioso y esperanzador del estudio. Porque sugiere que, aun en el peor contexto económico de las últimas décadas, aun enfrentando tasas de desempleo juvenil dramáticas, aun viviendo mayoritariamente bajo la línea de pobreza, estas juventudes no se han rendido. Siguen apostando a la educación como herramienta de movilidad social, siguen valorando los vínculos familiares y de amistad como sostén emocional, siguen imaginándose mejor en cinco años.

Una invitación al diálogo intergeneracional
Finalmente, este estudio constituye una invitación al diálogo intergeneracional. Las generaciones adultas —las que vivieron la dictadura, las que protagonizaron el retorno democrático, las que experimentaron hiperinflaciones y crisis económicas previas— tienen mucho que aportar a estas juventudes en términos de experiencia histórica, memoria colectiva, saberes acumulados.

Pero también tienen mucho que aprender de ellas: sus formas de habitar las redes sociales, sus repertorios participativos flexibles, su naturalización de derechos que costó décadas conquistar, su capacidad de construir esperanza en medio de la adversidad.

El desafío central, como propone el informe en sus recomendaciones, es "tender puentes y desmitificar visiones adultocéntricas que leen a la juventud como etapa de preparación más que como presente con derechos propios." Las juventudes no son el futuro de la democracia argentina: son su presente. No están preparándose para participar: ya participan, aunque de maneras que no siempre reconocemos o validamos.

Comprender sus dilemas, frustraciones, esperanzas y formas de acción política no es un ejercicio académico abstracto sino una condición necesaria para construir una democracia más inclusiva, más representativa, más capaz de garantizar condiciones dignas de vida para todas y todos.

Como concluye el informe: "Recuperar sus expectativas y esperanzas será el desafío central que los distintos actores y sectores que estructuran y dan vida a la democracia argentina deberán afrontar."

En estos cuarenta años de democracia, las juventudes fueron y son protagonistas. Lo fueron en los años ochenta, reconstruyendo participación después de la dictadura. Lo fueron en los noventa, resistiendo el neoliberalismo. Lo fueron en 2001, protagonizando la crisis que derribó un gobierno. Lo fueron en las últimas dos décadas, impulsando agendas de género, diversidad, ambientalismo.

Y lo son hoy, navegando la incertidumbre entre el enojo y la esperanza, entre la crisis material y el optimismo sobre el futuro, entre la valoración de la democracia y el cuestionamiento de sus instituciones. Comprender esta complejidad, acompañar sus búsquedas, garantizar condiciones para que sus trayectorias sean inclusivas y democráticas, es responsabilidad de toda la sociedad argentina.

 
Fuente: Informe "Juventudes: asignatura pendiente - Argentina", Friedrich-Ebert-Stiftung (FES), agosto 2025
Encuesta regional sobre participación y actitudes políticas de juventudes en América Latina y el Caribe, FES/YouGov, 2024

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Pensar que Margaret Atwood se inspiró en la apropiación de menores durante la dictadura cívico-militar argentina para crear una realidad distópica en "El cuento de la criada".  Una historia donde la sociedad se convierte a ideas extremas en las cuales la mujer pasa a tener el rol de “criada”. Es decir, aquellas mujeres fértiles en una sociedad autoritaria, gobernada por un régimen extremo, donde hay eslabones de poder y opresión, las mujeres fértiles se convierten en criadas que podrán poblar la tierra y se asegurar nuevamente la continuidad de la especie.

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El derecho al cuidado: desafíos, desigualdades y políticas para una sociedad más justa

MásDeAgencia
Estudios e infomes29/10/2025

En el marco de conmemorarse el Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo, un informe del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) revela cómo las tareas cotidianas que sostienen la vida recaen mayoritariamente sobre mujeres, adolescentes y familias con discapacidad. El reconocimiento legal del cuidado como derecho humano y la urgencia de políticas públicas que equilibren responsabilidades marcan el camino hacia la igualdad y la justicia social en Argentina.

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Milei entre los 34 depredadores de la libertad de prensa: un mapa global 2025 de la amenaza al periodismo según RSF

MásDeAgencia
Estudios e infomes01/11/2025

Reporteros Sin Fronteras (RSF) publicó su lista 2025 con 34 figuras, gobiernos, entidades y organizaciones que, utilizando violencia, censura, manipulación digital, acoso legal y asfixia financiera, han atentado gravemente contra la libertad de prensa en todas las regiones del mundo. Esta radiografía expone mecanismos, nombres y dinámicas de una tendencia que se reinventa para silenciar la información independiente.

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El pulso político de la juventud Argentina, entre la rabia y la esperanza

MásDeAgencia
Estudios e infomes09/11/2025

Un estudio de la Friedrich-Ebert-Stiftung, presentado el 4 de noviembre reciente, revela el complejo entramado de emociones y posturas que definen a las juventudes argentinas. Mientras la crisis económica y la desconfianza en las instituciones alimentan el descontento, la educación pública y la democracia emergen como faros de esperanza. Un análisis profundo de sus valores, demandas y formas de participación política en un contexto de polarización creciente.