El acuerdo marco comercial entre Argentina y Estados Unidos: una entrega de soberanía sin precedentes disfrazada de oportunidad

Un análisis exhaustivo revela la profunda asimetría de un pacto que compromete sectores estratégicos, impone normas extranjeras y subordina los intereses nacionales a la geopolítica estadounidense, todo bajo la promesa incumplida de reciprocidad. Las voces criticas de Sabino Vaca Narvaja, CEPA, y Santiago Bulat, entre otrxs.

Diálogos 18/11/2025 Tri Heredia*
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I. La arquitectura de la desigualdad: Un marco que solo compromete a Argentina

El 13 de noviembre de 2025, la Casa Blanca emitió un comunicado que el gobierno argentino celebró como un hito histórico. Sin embargo, un análisis minucioso del "marco con lineamientos para un acuerdo comercial y de inversión recíproco" entre Argentina y Estados Unidos revela una realidad inquietante: bajo el eufemismo de la "reciprocidad" se esconde uno de los acuerdos más asimétricos y lesivos para la soberanía nacional que Argentina haya considerado en su historia reciente.

Como señala el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) en su demoledor informe, "se supone que es un marco para un acuerdo de concesiones recíprocas, pero en la realidad es un marco sumamente desbalanceado y asimétrico ya que sólo Argentina asume compromisos para un futuro acuerdo bilateral". Esta observación no es retórica: una lectura detallada del documento oficial estadounidense enumera once compromisos concretos y vinculantes de Argentina, mientras que Estados Unidos apenas esboza dos promesas vagas, condicionales y revocables unilateralmente.

La primera señal de alarma es comunicacional: el anuncio lo realizó primero Washington, y recién después la cancillería argentina lo replicó, como confirma Iván Schargrodsky en el programa "El Fin de la Metáfora" de Cenital. Más grave aún, los términos difundidos por la Casa Blanca no coinciden con el escueto comunicado publicado por la Oficina del Presidente argentino en la red X, que infiere consecuencias positivas que no surgen del texto oficial estadounidense. Esta opacidad, esta subordinación comunicativa, anticipa la naturaleza profundamente desigual del acuerdo.

Másde Podcast, desmenuzando el asunto

Nota: A traves de un formato podcast usando herramientas IA se realizó esta pieza bajo supervision periodística humana

II. Los compromisos argentinos: Una renuncia sistemática a la autonomía económica

La apertura arancelaria unilateral

Argentina se compromete a otorgar "acceso preferencial" a una lista exhaustiva de productos estadounidenses: medicamentos, productos químicos, maquinaria, tecnología de la información, dispositivos médicos, vehículos automotores y "una amplia gama de productos agrícolas". Esta concesión, que suena técnica, tiene implicaciones devastadoras para el aparato productivo nacional.

Según datos del INDEC citados por CEPA, durante los primeros nueve meses de 2025, más de la mitad (53,8%) de las importaciones argentinas desde Estados Unidos correspondieron a solo tres sectores: Sustancias y Productos Químicos (USD 1.217 millones), Maquinaria y equipo (USD 894 millones) y Coque y refinados del petróleo (USD 686 millones). El saldo comercial bilateral es apenas positivo por USD 360 millones, y ello se debe principalmente a la reducción de importaciones de combustibles (-60,8%) y el incremento de exportaciones de petróleo crudo (+128,7%).

El acuerdo profundizará este desequilibrio. Como advierte CEPA, "únicamente en dos de ellas se evidencian saldos positivos en los primeros nueve meses de 2025, siendo estas productos alimenticios, bebidas y agricultura y ganadería. Por el otro lado, el resto de las actividades incluidas en este tipo de acceso presentan saldos negativos. Por lo tanto, frente al escueto superávit comercial que presenta Argentina con EE.UU., este acuerdo podría tornar nuevamente deficitario al intercambio comercial entre ambos países".

La industria farmacéutica argentina, una de las más desarrolladas de América Latina, enfrenta una amenaza existencial. La industria automotriz, protegida por acuerdos regionales en el marco del Mercosur, quedará expuesta a la competencia directa con los gigantes estadounidenses. Los laboratorios nacionales, que producen medicamentos genéricos accesibles, deberán competir con multinacionales que cuentan con patentes extensas y subsidios estatales masivos.

La eliminación de barreras no arancelarias: Renuncia al control sanitario y regulatorio

Uno de los compromisos más graves es la aceptación automática de certificaciones estadounidenses. Argentina permitirá el ingreso de productos que cumplan con "las normas estadounidenses o internacionales aplicables, las regulaciones técnicas estadounidenses o los procedimientos de evaluación de la conformidad estadounidenses o internacionales, sin requisitos adicionales de evaluación de la conformidad".

En términos concretos, esto significa que un alimento aprobado por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos) no requerirá análisis de la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica). Como explica el informe de Chequeado, "esta medida, que ya fue implementada por el Gobierno, prevé, por ejemplo, que un alimento aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) no requerirá el análisis de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT)".

Sabino Vaca Narvaja es contundente en su análisis: "Se discute la pérdida de soberanía de Argentina al homologar mecanismos que afectan a sus organismos de regulación". El SENASA, el INAL, la ANMAT —instituciones construidas durante décadas para proteger la salud y seguridad de los argentinos— quedarán subordinadas a criterios externos. Vaca Narvaja y Ari Lijalad señalan que "Argentina debe reconocer automáticamente estándares regulatorios impuestos por Washington, reduciendo al mínimo su capacidad para controlar industrias clave y garantizar seguridad para sus ciudadanos".

Esta cesión regulatoria no es reversible mediante normas internas. Como advierte CEPA, aunque algunas de estas desregulaciones ya rigen localmente, "lo que haría este acuerdo comercial con EE.UU. es 'blindarlo' hacia adelante", impidiendo que futuros gobiernos modifiquen estas políticas según las necesidades nacionales.

Vehículos y medicamentos: La industria nacional en la mira

Argentina se compromete a "aceptar la importación de vehículos fabricados en Estados Unidos que cumplan con las Normas Federales de Seguridad de Vehículos Automotores y las normas de emisiones estadounidenses, y aceptará los certificados de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y las autorizaciones previas de comercialización para dispositivos médicos y productos farmacéuticos".

CEPA califica esto como "una concesión inédita. Argentina nunca había asumido un compromiso de estas características". Si bien el gobierno de Milei anticipó algunas de estas medidas mediante decretos y resoluciones —como la Resolución 271/2025 que permite importar vehículos con certificaciones extranjeras, o la Disposición 3280/2025 que autoriza traer alimentos por courier "sin fines comerciales" sin gestiones ante ANMAT—, incorporarlas a un acuerdo bilateral las vuelve prácticamente irreversibles.

El sector automotriz argentino, que emplea decenas de miles de trabajadores y mantiene complejas cadenas de valor con Brasil, quedará expuesto. Los laboratorios nacionales, como anticipan desde CEPA, interpretan que "este acuerdo implica beneficiar a CAEME, la cámara de laboratorios multinacionales, en detrimento de los nacionales". La lectura es clara: se trata de un "golpe mortal para uno de los sectores industriales más relevantes del país".

La apertura agrícola: Cuando el granero del mundo importa alimentos

En una paradoja histórica, Argentina —uno de los principales exportadores mundiales de alimentos— se compromete a abrir su mercado a productos agropecuarios estadounidenses. El acuerdo establece que Argentina "ha abierto su mercado al ganado bovino vivo estadounidense, se ha comprometido a permitir el acceso al mercado de las aves de corral estadounidenses en el plazo de un año y ha acordado no restringir el acceso al mercado de los productos que utilizan ciertas denominaciones para quesos y carnes".

Además, Argentina "simplificará los procesos de registro de productos para la carne de res, los productos cárnicos, las vísceras y los productos porcinos estadounidenses, y no exigirá el registro de instalaciones para las importaciones de productos lácteos estadounidenses". Como señala CEPA, "también se eliminan controles propios del SENASA".

Vaca Narvaja expresa escepticismo sobre la viabilidad económica de estas importaciones, pero advierte sobre el verdadero peligro: "Estados Unidos subsidia fuertemente su sector agropecuario, lo que podría perjudicar a los productores argentinos". El analista advierte "sobre las complejidades futuras para los pequeños y medianos productores argentinos debido a las políticas de subsidios".

Jairo Straccia, en el programa de Cenital, plantea el dilema estratégico: "Esto puede beneficiar a sectores exportadores clave, pero también abre la discusión sobre cuáles industrias queremos proteger. Va a depender de qué modelo de país impulsemos: si una economía basada en agro y servicios o si apostamos también a la industria".

La realidad es que los productores estadounidenses cuentan con subsidios masivos, economías de escala incomparables y respaldo estatal incondicional. Los pequeños y medianos productores argentinos, sin protección arancelaria ni apoyo gubernamental equivalente, deberán competir en condiciones de manifiesta desventaja en su propio mercado interno.

Empresas estatales y subsidios: La privatización como condición

Uno de los compromisos más vagos pero potencialmente más lesivos es el referido a empresas estatales. Argentina "se ha comprometido a abordar las posibles acciones distorsionadoras de las empresas estatales y las subvenciones industriales que puedan tener un impacto en la relación comercial bilateral".

CEPA interpreta que este punto "pareciera dirigirse a la estatal INVAP, con la que Estados Unidos ha planteado su molestia en materia de competencia por los satélites geoestacionarios". Los WikiLeaks de 2006 ya revelaban el interés estadounidense: "Las fuerzas armadas estadounidenses tienen intereses directos en la tecnología que resultaría de este proyecto". Tampoco se descarta que apunte a YPF o ARSAT.

Vaca Narvaja y Lijalad van más allá, analizando "el proceso de privatización en sectores estratégicos de Argentina, como el aéreo y el nuclear" y mencionando "recursos minerales estatales, como el uranio, que están siendo privatizados, lo que afecta a los ciudadanos argentinos".

El mensaje es inequívoco: Argentina debe desmantelar o limitar sus empresas estatales estratégicas, aquellas que le permiten autonomía tecnológica, soberanía energética o capacidades de defensa. Mientras Estados Unidos mantiene un complejo militar-industrial protegido y subsidiado, Argentina debe renunciar a sus instrumentos de desarrollo estatal.

Minerales críticos y recursos naturales: La primarización garantizada

El acuerdo establece que "Argentina y Estados Unidos cooperarán para facilitar la inversión y el comercio de minerales críticos". Como interpreta CEPA, "la intención es que EE.UU. se garantice el acceso privilegiado a los minerales críticos del país, sin contrapartidas en materia de valor agregado local".

Esta cláusula debe leerse en el contexto de la competencia geopolítica con China. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, declaró el 7 de noviembre de 2025: "el presidente Trump asumió el cargo el 20 de enero, inmediatamente emitió una orden ejecutiva sobre tierras raras y aquí estamos. Es noviembre y tengo el primer imán fabricado en los EE. UU., creo que en 25 años. Estamos en camino de solucionar la asfixia china".

Estados Unidos busca fuentes alternativas de minerales estratégicos para su industria tecnológica y militar, reduciendo su dependencia de China. Argentina, con vastas reservas de litio, uranio, cobre y tierras raras, se convierte en un proveedor cautivo. Como advierte CEPA, "China domina la producción y el procesamiento de una gran cantidad de minerales críticos a nivel global y es una prioridad estratégica de EE.UU. contar con fuentes de provisión alineadas".

El caso del uranio merece particular atención. Un documento de la Nuclear Energy Agency (NEA) de 2025 advierte sobre el desequilibrio global entre producción y demanda de uranio, proyectando "un crecimiento sostenido de la demanda de uranio hasta 2050, especialmente en China, India y Oriente Medio". Argentina posee reservas significativas de uranio y capacidades tecnológicas desarrolladas por décadas de inversión pública.

CEPA concluye: "El camino inverso, el de la exportación de uranio, supone que el recurso escaso de un mineral crítico no sólo no sea usado para fines soberanos y pacíficos, sino que sea vendido para el desarrollo de otra potencia en esta materia". Vaca Narvaja y Lijalad enfatizan la importancia de "proteger activos estratégicos y empresas tecnológicas en Argentina", precisamente lo que el acuerdo dificulta.

Trabajo forzoso y la guerra comercial antichina

El acuerdo establece que Argentina "adoptará e implementará una prohibición a la importación de bienes producidos mediante trabajo forzoso u obligatorio y reforzará la aplicación de la legislación laboral". Aunque suena noble, CEPA identifica esto como "una medida 'escondida' orientada a condicionar productos provenientes de la República Popular China y otros países del sudeste asiático".

Vaca Narvaja confirma: "Argentina ingresa [...] en la lógica de la guerra comercial entre Estados Unidos y la República Popular China, en tanto extensión del mercado de colocación de productos de empresas norteamericanas y con evidentes limitaciones para la concreción de proyectos de alto valor agregado y tecnología".

El compromiso final de "alineación en materia de seguridad económica" es explícito: "Argentina intensificará la cooperación con Estados Unidos para combatir las políticas y prácticas no mercantiles de otros países". CEPA interpreta: "Este compromiso aparece como abiertamente dirigido a productos de origen chino, en mercados subsidiados que desde la redacción oficial son prácticas no mercantiles".

Manu Jove, en Cenital, lo resume: "Estados Unidos pone condiciones a su apoyo, y una de ellas es 'no China como socio preponderante'. Esa jugada estratégica puede dar previsibilidad en el corto plazo y mejorar reservas, pero reconfigura todo el tablero comercial argentino en el largo plazo".

Propiedad intelectual, comercio digital y otras cesiones

Argentina se compromete además con exigencias unilaterales en propiedad intelectual, medio ambiente y comercio digital. En el primer punto, Estados Unidos presiona desde hace años para que Argentina modifique sus normas de patentabilidad farmacéutica, facilitando el acceso de medicamentos importados a expensas de la producción local y los genéricos.

En comercio digital, Argentina acepta "facilitar el comercio digital con Estados Unidos reconociendo su jurisdicción bajo la ley argentina, incluyendo la transferencia de datos personales". Vaca Narvaja y Lijalad advierten que "esto representa un riesgo de pérdida de soberanía y control sobre información estratégica, dificultando el desarrollo tecnológico local y favoreciendo a multinacionales extranjeras".

Finalmente, Argentina se compromete a eliminar "gradualmente la tasa de estadística" para productos estadounidenses. CEPA señala que según las normas de la OMC, "tales medidas no pueden eliminarse discrecionalmente para un único país, ya que constituyen disposiciones de carácter multilateral y de aplicación no discriminatoria". En términos de recaudación, en los primeros diez meses de 2025, el tributo sumó $875.000 millones, de los cuales $80.000 millones corresponden a productos estadounidenses.

III. Las promesas estadounidenses: Condicionales, vagas y revocables

La ilusión de la reciprocidad en carne

El gobierno argentino celebró como gran logro la "ampliación significativa del acceso de la carne bovina al mercado estadounidense". El presidente Milei aseguró en Miami que se multiplicaría por cuatro la cuota actual de 20.000 toneladas. Sin embargo, la realidad es más compleja.

Según el comunicado oficial estadounidense, ambos países "se han comprometido a mejorar las condiciones de acceso bilateral y recíproco a los mercados de carne de res". La palabra clave es "bilateral": Estados Unidos también podría exportar más carne a Argentina, precisamente uno de los compromisos argentinos mencionados anteriormente.

CEPA revela un antecedente inquietante: el 22 de octubre de 2025, cuando trascendió que Argentina podría incrementar sus exportaciones cárnicas, la Secretaria de Agricultura estadounidense Brooke Rollins anticipó que "de concretarse un acuerdo comercial, el volumen de carne que se compraría a la Argentina 'no será mucho'" y agregó que "'nos aseguraremos de que nuestra industria ganadera esté protegida'". Rollins también afirmó que "Argentina enfrenta un problema de fiebre aftosa y que deberá garantizar la seguridad si se concreta un incremento del producto argentino".

La conclusión de CEPA es demoledora: "Aunque aparenta ser un compromiso mutuo, no se desprende beneficio alguno para nuestro país". Más aún, plantean interrogantes cruciales: "¿es una gestión transitoria o será una ley del Congreso de EE.UU. y quedará como algo permanente? [...] ¿tenemos la cantidad suficiente de animales para cumplir con la demanda de Estados Unidos? ¿cuál será el impacto en el precio local de la carne vacuna?"

El diagnóstico de CEPA sobre el mercado cárnico argentino es sombrío: "Argentina se dirige hacia un mercado doméstico donde la carne vacuna valdrá más que la carne aviar o la porcina [...] la carne vacuna debe pagarse entre un 50% y 60% más que la porcina o aviar. Pareciera ser una situación de no retorno".

Aranceles: Solo para lo que no tienen

Estados Unidos se compromete a eliminar "los aranceles recíprocos sobre ciertos recursos naturales no disponibles y artículos no patentados para uso farmacéutico". La trampa está en la frase "no disponibles": solo aquellos productos que no compitan con la industria estadounidense.

Como señala CEPA, "el 'beneficio' para Argentina es difuso: los aranceles incrementados temporariamente por Trump este año se reducirán, pero sólo para los recursos naturales no disponibles". Los productos que mayoritariamente Argentina exporta a Estados Unidos —acero, aluminio, biodiesel, limones— no están contemplados o mantienen aranceles.

Además, el compromiso estadounidense es hipotético: "Estados Unidos podría considerar positivamente el efecto del Acuerdo sobre la seguridad nacional, incluso teniéndolo en cuenta al adoptar medidas comerciales en virtud de la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962". El verbo "podría" lo dice todo: no hay garantía alguna.

Vaca Narvaja enfatiza el poder discrecional estadounidense: recordando "precedentes históricos como la toma del canal de Panamá bajo esta figura", remarca que Estados Unidos puede apelar a la "seguridad nacional" para "incumplir cualquier aspecto del acuerdo en caso de considerarlo estratégico para sus propios intereses". Y agrega: "Argentina no goza de ninguna reciprocidad: el pacto nace 'muerto' en términos de beneficio para el país sudamericano, pues EE.UU. puede suspenderlo en cualquier momento sin justificación más que la arbitraria decisión de sus autoridades".

IV. El contexto geopolítico: Peones en la guerra comercial

El swap de monedas como zanahoria

El acuerdo comercial no puede entenderse sin el contexto financiero que lo precedió. En septiembre de 2025, el secretario del Tesoro Scott Bessent anunció un programa de asistencia que incluyó un swap de monedas por USD 20.000 millones y la venta de dólares en el mercado de cambios. Como señala Marcelo Elizondo en Radio Rivadavia, citado por Chequeado, "este acuerdo comercial se da en el marco de una relación privilegiada entre ambos países. Viene después del swap y de la promesa de financiamiento de bancos privados. Es un eslabón en una cadena".

CEPA va más allá, vinculando directamente ambos instrumentos: "Argentina ingresa —como contrapartida de la ayuda financiera a través del swap de monedas entre el BCRA y el Tesoro de EE.UU. anunciado el 20 de octubre de 2025— en la lógica de la guerra comercial entre Estados Unidos y la República Popular China".

La opacidad del swap es preocupante. Como denuncia CEPA, "tanto la compra de pesos por parte de Bessent como su rendimiento en el BCRA no han sido informados [...] No han sido respondidos ninguno de los pedidos de acceso a la información dirigidos al BCRA". Las conclusiones sostienen que "el gobierno de Milei ha utilizado la figura del swap de monedas para evitar al Congreso, usando al BCRA como pasamanos de algo que en verdad constituye una operación de crédito público".

Santiago Bulat, en Cenital, explica el mecanismo: "Mientras Estados Unidos esté del otro lado y digan 'yo voy a poner plata', el dólar no se va a mover demasiado. Ahora, ¿eso nos alcanza? Argentina tiene que en algún momento empezar a recomprar reservas por sí sola, con lo cual en algún momento te va a implicar una suba del tipo de cambio algo más elevado".

La subordinación estratégica a Washington

Vaca Narvaja contextualiza geopolíticamente: "la maniobra norteamericana responde, en gran medida, a la rivalidad con China y el interés de frenar su expansión en América Latina". Contrasta el "modelo de vinculación con el gigante asiático, distante de condicionalidades y más enfocado en la complementariedad económica" con "la relación propuesta por EE.UU."

Menciona que "Brasil y Chile [...] mantienen la autonomía en sus tratados y perciben resultados industriales y tecnológicos superiores; Argentina, en cambio, enfrenta el riesgo de retroceder hacia una economía de carácter extractivo y dependiente".

El analista ilustra la estrategia china con un ejemplo histórico: un incidente comercial en 1993 llevó a China a desarrollar su propio sistema GPS tras ser afectada por acciones estadounidenses. "China se ha convertido en el tercer país en desarrollar un sistema de geoposicionamiento satelital eficiente, conocido como Beidou", construyendo autonomía tecnológica. Argentina, por el contrario, está desmantelando las herramientas que le permitirían seguir ese camino.

Vaca Narvaja y Lijalad señalan que el acuerdo "encierra concesiones políticas relevantes: facilitar la dolarización, condicionar el financiamiento mediante préstamos internacionales y provocar la fragmentación regional mediante la flexibilización de Mercosur. Esto podría tensar la coordinación con países vecinos y vulnerar la capacidad de negociación conjunta que es imprescindible en un contexto de crisis global y competencia estratégica".

El timing político: Argentina como caso testigo

Bulat es contundente: "Es un acuerdo con un tinte político importante. Estados Unidos quiere jugar con Argentina". El panel de Cenital agrega que esto "implica desafíos internos para el gobierno y la necesidad de equilibrio entre socios comerciales".

Como sintetiza Bulat: "Estados Unidos quiere demostrar apoyo y acompañar este proyecto. Pero la sostenibilidad dependerá de la capacidad argentina de sembrar confianza y construir una agenda productiva que no quede supeditada a los vaivenes externos".

La lectura es clara: Argentina se convierte en un laboratorio, en un caso testigo de la estrategia estadounidense para recuperar influencia en América Latina. El costo lo pagan los argentinos con su industria, su soberanía y sus posibilidades de desarrollo autónomo.

 V. Impactos sectoriales: Ganadores y perdedores en la economía real

Industria manufacturera: La devastación anunciada

El sector industrial argentino enfrenta la amenaza más grave. Como advierte CEPA, "la apertura al ingreso de bienes de capital, automóviles, medicamentos y demás ramas industriales, significa un automático impacto negativo sobre el aparato productivo argentino".

El análisis es implacable: "Argentina y Estados Unidos son economías que compiten en sectores relevantes, como el agro. Esto se agrava, además, por la diferencia de productividad, particularmente en el segmento industrial. El marco del acuerdo se realizó sin análisis sectoriales, sin consultas ni estudios".

CEPA señala que "resulta relevante que el texto del marco del acuerdo es similar al de El Salvador, Ecuador y Guatemala, siendo que estos países carecen del desarrollo industrial que sí tiene Argentina". La implicación es clara: se está aplicando a Argentina un modelo diseñado para economías sin capacidades industriales significativas.

Jairo Straccia plantea el dilema: "Va a depender de qué modelo de país impulsemos: si una economía basada en agro y servicios o si apostamos también a la industria". La evidencia sugiere que el acuerdo empuja hacia el primer modelo, desmantelando décadas de desarrollo industrial.

Sectores agrícolas: Entre la ilusión exportadora y la competencia interna

La Sociedad Rural Argentina celebró el acuerdo, como menciona Vaca Narvaja, "resaltando la importancia de aumentar la presencia de productos locales en el mercado global". Sin embargo, el balance es ambiguo.

Por un lado, existe la posibilidad —aún incierta— de aumentar exportaciones de carne. Por otro, los productores argentinos deberán competir en su propio mercado con carne, aves, lácteos y productos porcinos subsidiados por el gobierno estadounidense. Como advierte Vaca Narvaja, esto implicará "complejidades futuras para los pequeños y medianos productores argentinos debido a las políticas de subsidios".

El compromiso sobre soja es particularmente preocupante. Según CEPA, "cualquier medida de promoción de productores locales argentinos, ya sea 'dólar soja' o cualquier política de retenciones cero o baja de retenciones para la soja, se consideraría desestabilizadora del mercado mundial de la soja, por lo que no podrían aplicarse". Además, "es posible que esta cláusula condicione las chances de ganar mercado en la República Popular China para la soja argentina en caso de represalias chinas a EE.UU."

Sectores extractivos y mineros: La primarización profundizada

Los únicos sectores claramente favorecidos son los extractivos: petróleo, gas, minerales críticos. Como señala Chequeado, "Estados Unidos también eliminará aranceles sobre 'ciertos recursos naturales no disponibles en su territorio' y ambos países trabajarán para favorecer 'la inversión y el comercio de minerales críticos' como el litio, el cobre, el uranio y las tierras raras".

Bulat advierte sobre las limitaciones: "El acceso a un mercado de 400 millones de consumidores es una gran oportunidad, pero hay ramas que no están listas para competir y lo pueden sufrir". Y puntualiza: "Habrá que analizar cuántos puestos de trabajo se generan realmente en el país y si el ingreso de dólares se sostiene a largo plazo".

El riesgo es evidente: Argentina profundiza su rol de proveedor de materias primas, renunciando al agregado de valor y al desarrollo tecnológico que permiten los minerales estratégicos. Vaca Narvaja y Lijalad mencionan "recursos minerales estatales, como el uranio, que están siendo privatizados, lo que afecta a los ciudadanos argentinos".

Empleo y desarrollo: Las preguntas incómodas

Déborah de Urieta, en Cenital, plantea la cuestión fundamental: "Todavía estamos hablando de generalidades. En los grandes anuncios siempre buscan mostrarlos como éxitos, pero habrá que ver, producto por producto, sector por sector, quiénes ganan y quiénes pierden. Es clave la palabra reciprocidad, muchas veces queda en enunciados diplomáticos más que en hechos concretos".

Bulat es cauto sobre las perspectivas: "No van a ser siempre los mismos ganadores y perdedores. La industria probablemente no sea el sector que más recupere, la construcción puede levantar algo, el consumo un poco mejor, pero no vamos a ver una economía creciendo al 5 o 6%. La clave será sostener la macro y aprovechar los vientos de cola".

CEPA vincula el acuerdo con la trayectoria cambiaria: "El acuerdo comercial no es suficiente per se para que los productos de EE.UU. beneficiados por el mismo tengan una colocación garantizada en el mercado. Es decir, requerirá, además, de un tipo de cambio bajo". Esto contradice las necesidades de competitividad de la producción nacional y los intereses del FMI, que busca "acumulación de divisas y por ende, un tipo de cambio más alto".

VI. La cuestión constitucional: El atropello institucional

Competencias del Congreso vulneradas

CEPA plantea una cuestión jurídica fundamental: "En términos constitucionales, los alcances del acuerdo atraviesan atribuciones sustanciales del Congreso de la Nación Argentina e incluso de las provincias, titulares dominiales de los recursos naturales (art. 124 de la Constitución Nacional)".

Según el artículo 75 de la Constitución, son atribuciones del Congreso:

- Legislar en materia aduanera (inciso 1)

- Reglar el comercio con naciones extranjeras (inciso 13)

- Aprobar o desechar tratados concluidos con otras naciones (inciso 22)

La letra chica de un acuerdo anunciado a medias

Detrás del optimismo oficial y los anuncios de "acceso preferencial" y "reciprocidad" se esconde una de las negociaciones comerciales más asimétricas de la historia reciente. El marco para el acuerdo comercial entre Argentina y Estados Unidos, celebrado como un logro diplomático por el gobierno de Javier Milei, en realidad constituye una rendición progresiva de soberanía que expertos califican de "sin precedentes".

Los términos del acuerdo comercial con Estados Unidos dibujan un futuro donde Argentina abdica de herramientas de desarrollo industrial, soberanía regulatoria y autonomía geopolítica a cambio de una inserción internacional subordinada. La promesa de acceso a mercados y inversiones contrasta con la realidad de una negociación donde, como resume Sabino Vaca Narvaja, "Estados Unidos no tiene que hacer prácticamente nada a cambio".

Mientras el gobierno celebra las generalidades, la letra chica (si finalmente se firma) revela un diseño que podría redefinir por décadas el modelo de desarrollo argentino, consolidando un rol de proveedor de materias primas y consumidor de productos manufacturados en el marco de una relación claramente asimétrica.

 

 

 

 

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