La pericia de la represión del 19 y 20 de diciembre 2001 que realizó un científico a pedido de la Justicia

El físico del CONICET Willy Pregliasco clasificó más de 126 horas de videos y cientos de fotos que sirvieron para el esclarecimiento de la causa.

Diálogos 21/12/2021MásDeAgenciaMásDeAgencia
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Foto Conicet

El 19 y el 20 de diciembre de 2001, el físico del CONICET Willy Pregliasco no hizo otra cosa que mirar la televisión. Las imágenes de lo que ocurría a mil quinientos kilómetros de su casa que veía en pantalla, ese coctel de bronca social con manifestaciones espontáneas por las calles de Buenos Aires y actos de represión inexplicables por parte de la Policía, le resultaban difíciles de procesar: “Era un hecho conmovedor que yo veía a lo lejos”, recuerda el científico, cuyo lugar de trabajo es el Centro Atómico de Bariloche. Diez años después, cuando comenzó el juicio por lo sucedido esos días –en los que murieron cinco personas y hubo cientos de heridos-, Pregliasco fue convocado por la Justicia para mirar todo de nuevo, pero esta vez de cerca: por su experiencia en el ámbito de la física forense, el Tribunal Oral Federal N°6 lo convocó para ser el encargado de la reconstrucción gráfica de los hechos.

Pregliasco ya había participado como perito en otras causas resonantes: a través de un sofisticado sistema que diseñó para reconstruir la escena, había logrado determinar el origen de los ocho disparos que mataron a Teresa Rodríguez, asesinada durante el desalojo de un piquete en Neuquén, en 1997. También había sido parte del equipo que identificó el nombre de Miguel Bru, un estudiante universitario de La Plata que desde 1993 permanece desaparecido, en el libro de la comisaría 9ª donde lo detuvieron. Había realizado también la emblemática reconstrucción de la Masacre de Trelew de 1972. “Lo que uno va haciendo te va dando ideas para hacer las pericias que vienen después –dice-. Pero la del 19 y 20 de diciembre tenía una particularidad: la cantidad de evidencia, el volumen de información que nos entregaron, era infernal”.

Eran ciento veintiséis videos en formato VHS: más de sesenta horas de grabación –entre filmaciones oficiales y otras de canales de televisión abierta- que registraban lo que había ocurrido en distintas locaciones: la Plaza de Mayo, el Obelisco, el Congreso, la Avenida de Mayo, la Diagonal Norte. Los videos habían permanecido, hasta ese entonces, guardados en cajas en dos juzgados distintos. A eso se le sumaban cientos de fotografías –y sus negativos: aun no existían las cámaras digitales- con el registro de los hechos realizado por distintos fotoperiodistas.

No había tiempo que perder: era necesario empezar a clasificar, curar y organizar ese material cuanto antes para que ayudara en la resolución del juicio. “En aquel momento, el presidente del CONICET, que era Roberto Salvarezza,  ordenó un adelanto de fondos para materiales con el que compramos dos computadoras y dos monitores grandes que instalamos en una oficina en Bariloche –señala Pregliasco-. Luego, ese dinero fue devuelto por el Juzgado que nos pidió la pericia. Pero gracias a esa gestión del entonces presidente del Consejo, al día siguiente de que nos convocaron, empezamos a trabajar”. 

La evidencia

¿Cómo organizar la tarea? Esa era la pregunta inicial que tenían que resolver. Lo primero que hicieron junto a Lucas Micheletti, un alumno de Pregliasco con quien conformó el equipo encargado de realizar el peritaje, fue desclasificar las imágenes transmitidas por Canal 4: en 2001, el entonces secretario de Seguridad Interior del gobierno de Fernando de la Rúa, Enrique Mathov, y el jefe de la Policía Federal Argentina (PFA), Rubén Santos, habían ordenado y dirigido la represión policial en las calles observando esas imágenes desde una consola. Ahora ambos estaban imputados en la causa. “Esos videos eran especialmente importantes –asegura Pregliasco-, pero había un problema: no eran todas las cámaras todo el tiempo, sino las cámaras de los momentos que interesaban a ellos. Y hacía faltaba reconstruir lo que había ocurrido el resto del tiempo”.

Para completar los baches temporales, buscaron videos de los canales de televisión que ese día hubiesen transmitido en vivo y en directo. “Eran cuatro o cinco canales que, durante su programación habitual, programas de chimentos, de dibujitos animados, interrumpían a cada rato y mostraban alguna de las locaciones en la que ocurrieron los hechos de ese día. Algunos videos tenían la hora puesta en la esquina, lo que nos facilitaba ponerlos en orden”, explica Pregliasco.

Sistematizaron todos esos videos anotando la zona, el horario y buscando la sincronía: “Como teníamos distintas fuentes de video, buscamos coincidencias entre las imágenes de Canal 4 y las de la televisión –sigue el físico-. Cuando captábamos con las dos cámaras un mismo movimiento, que podía ser desde las patas de un caballo o el movimiento de la gente en la calle, podíamos sincronizar una cámara con la otra”.

Una vez sincronizadas las imágenes, lo que siguió fue diseñar un programa de computación que les permitiera ver todas las imágenes de forma simultánea, algo que, con la tecnología disponible en esa época, era todo un desafío. Lograron hacerlo. Lo bautizaron “El panóptico”. Era un programa en el que bastaba colocar una franja horaria, una localización, y el programa solo buscaba el material de video o los videos pertinentes. Luego, el programa abría todos los materiales que coincidieran en pequeñas pantallas, en simultáneo. “Hicimos una especie de panel de video vigilancia del día, que nos permitió ubicar en tiempo y espacio las imágenes: era la memoria visual del 20 de diciembre en cada momento”. Faltaba agregar, al Panóptico, fotos de distintos camarógrafos que ese día hubieran registrado los hechos. Para ubicarlos en tiempo y espacio, trabajaron con los negativos. Y entonces, una vez reunido todo el material, solo quedaba una cosa: establecer relaciones.

“Logramos establecer unas quinientas relaciones –detalla Pregliasco-. Para ingresarlas en la computadora inventamos una lógica: cada relación que vos introducíamos en el sistema, restringía las posibilidades horarias. Así pudimos ubicar un montón de pedacitos de material en hora. Era importante ubicarlos en hora porque hay un efecto que es así: lo que está filmado, está filmado porque pasa algo. Lo que se filma en una represión es puro acto de violencia. Los momentos en que no pasa nada, nadie filma. Y nosotros queríamos reconstruir todo: los momentos de tensión y los de calma. Conocer los momentos de tensa calma, y otros donde todo ocurría muy rápido, nos permitía ubicar en espacio y tiempo a las personas que estuvieron en la plaza. Para que luego se pudieran señalar a los responsables”.

Un mes y medio después de comenzada la pericia, las ciento veintiséis horas de VHS que les habían entregado en cajas, que habían permanecido guardadas en dos juzgados, se convirtieron en un disco rígido. Un disco rígido que contenía toda la evidencia ordenada, curada y clasificada. Cuando el equipo de peritos lo entregó al juzgado, cada una de las partes implicadas lo tuvo a disposición. Pero eso apenas fue el inicio: aun quedaba una ardua tarea por delante. 

El relato

La segunda etapa de la pericia consistió en desarrollar una narrativa sobre el video: era necesario escribir una descripción detallada de las imágenes ya ordenadas. Parecía algo sencillo, pero se convirtió en un verdadero desafío: “Ahí descubrí que era un cambio muy grande –confiesa el científico-: poner los videos en palabras, redactar lo que se ve, era una operación interesante, porque al describirlo mejoraba nuestra percepción sobre lo que veíamos, pero a la vez había un problema: qué palabras usar. Todas las palabras estaban cargadas de interpretación”.

¿Cómo llamar a la gente que aparecía en los videos: “manifestantes”, “transeúntes”, “militantes políticos”, “el pueblo”? ¿Cómo podían describir el accionar de la policía: “la policía avanzaba” hacia los manifestantes, “cargaba” hacia los manifestantes, “reprimía” a los manifestantes? Cada palabra denotaba una intención. Necesitaban ser lo más fieles posible a lo que veían, con la conciencia de que conseguir una cierta neutralidad en el lenguaje era una utopía.

“Cuando hicimos la descripción de los videos aparecieron, naturalmente, por temática y coordenadas temporales, los grumos narrativos: las acciones significativas de la jornada –rememora Pregliasco-. De esa manera nos quedó bien estructurado el relato de los hechos, en capítulos: a la mañana hubo desalojos, a tal hora pasó tal cosa, con tanta gente. Fue un gran avance: pasamos de la memoria colectiva y visual, de lo que fue un día de furia, a ver los cambios en el comportamiento de las fuerzas policiales y de la gente durante todo ese día”.

Las cajas de VHS ya se habían convertido en un disco rígido, y el disco rígido, un año después de comenzada la pericia, se transformó en dos documentos, de más de cincuenta páginas cada uno, con la narración de todo lo que aconteció el 19 y 20 de diciembre de 2001. “A ese trabajo lo llamamos `transcripción atómica. Fue nuestra gran contribución -dice Pregliasco-. A partir de eso, la Justicia tomó sus decisiones”.

Unos años después de completar su tarea, Pregliasco y Micheletti fueron convocados para declarar como peritos en el juicio oral realizado por el Tribunal Oral Federal Nº6. Los físicos asistieron al juicio durante dos jornadas: expusieron durante más de cinco horas cada una. Llevaron sus computadoras, contaron todo el proceso que habían realizado para lograr el peritaje y respondieron preguntas de las partes. “Fue muy estresante, una situación de mucha exposición”, recuerda el físico. El juicio terminó con una condena para Mathov a cuatro años y tres meses de prisión, otra para Santos de tres años y seis meses de prisión, y con penas menores para otros siete funcionarios policiales.

“Si bien la pericia no tuvo grandes descubrimientos, porque no identificamos a una persona responsable, pudimos describir el día completo, con el momento de los detenidos, por ejemplo. Y el resultado final fue un diagrama con todo lo acontecido: colocamos la hora en el eje X y en el vertical el espacio, Plaza de Mayo, Avenida de Mayo, 9 de Julio, Obelisco, Diagonal Norte. Estructurar las cosas en tiempo y espacio fue algo muy difícil, articular y poner la información desorganizada de manera que otro la pueda utilizar, fue lo más complicado –admite Pregliasco-. Ese diagrama final fue la síntesis de todo nuestro trabajo”. 

El paso del tiempo

Veinte años después de los hechos sucedidos el 19 y 20 de diciembre, Pregliasco reflexiona: “Si hoy volviera a pasar algo similar, o tuviéramos una pericia parecida para resolver, tendríamos miles de videos y fotos gracias a los celulares. Saber la hora y el lugar sería más sencillo y se podía reconstruir mejor. Y podríamos, gracias a la tecnología, tener un software más elegante y mejores computadoras, menos primitivas, para resolverlo”.

Las enseñanzas que le dejó realizar esta pericia fueron muchas y diversas. “Aprendí a mirar las imágenes con otra visión –asegura Pregliasco-: me educó el ojo para ver qué es importante desde el punto de vista pericial y qué no. Cuando un policía le da un palazo a alguien, te impresionás por el hecho y no mirás lo que está pasando detrás de la escena, cuántas piedras hay en el piso, si hay un reloj en escena. Y eso te da pistas fundamentales. Hay que aprender a desarmar la narrativa de la imagen para ver otras cosas. Además descubrí que escribirlo también ayuda a ver mejor”.

Pregliasco compara la tarea que realizaron en el peritaje, como físicos, con la herramienta más famosa del universo de la física de partículas: el Gran Colisionador de Hadrones, construido en 2010 por la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN). Es una maquinaria que acelera las partículas, apostada en un laboratorio en Ginebra, que permite analizar los subproductos de las colisiones de partículas: a través de esa herramienta, las y los científicos intentan develar la estructura del mundo subatómico y las leyes de la naturaleza que lo gobiernan. “El tipo de reconstrucción que hicimos en esta pericia se le parece, porque tiene un montón de detectores que detectan eventos, en distintos momentos, y es necesario aplicar una metodología para tratar de reconstruir lo que pasó, representar gráficamente lo sucedido, ubicar los hechos en el tiempo, entender la estructura de los datos –dice-. Lo que nosotros hicimos fue lo mismo, pero más difícil, porque los detectores, que eran las cámaras, no detectaban una sola cosa, sino un montón de cosas”.

Pregliasco recuerda la pericia del 19 y 20 de diciembre como uno de los trabajos más emotivos de su carrera. “Por la dimensión histórica de los hechos, y porque las imágenes eran muy impactantes. Hubo que tener paciencia, tomarse muchas pausas. Fue muy movilizante hacerlo. Lo que me sirvió fue tratar de objetivarlo, de apelar el pensamiento científico para organizar las cosas y hacer una contribución humana desde la ciencia. Al fin y al cabo, no quisimos hacer solo una reconstrucción para el juicio: quisimos reconstruir ese día, del que todavía estamos viviendo algunas consecuencias, que fue tan importante para Argentina y que de alguna manera reconfiguró el mapa político. Hoy mismo, ese día, sigue siendo igual de importante”.

Fuente CONICET

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